Los días y las semanas pasan, pero el “semáforo rojo” sigue sobre la cabeza de los pueblos como una nube invisible, que no se quita de nuestro firmamento, y que nos pone unas friegas con la muerte, que pronto perdemos la cuenta de los que se van, pero que nos da ocasión, comenzando por algunos gobernadores, para culpar a la 4ta. T. y a su jefe, que es actualmente como un deporte de ciertos ciudadanos acomodados para quienes el único bien de la Nación, es cuando a ellos les va bien, y los demás, como dice la canción: “que se mueran los feos, todititos los feos, que se mueran”.
Muchos edificios públicos comienzan, poco a poco, a recibir pueblo.
La bolsa no pierde, los bancos siguen prestando dinero y muchos bien ubicados socialmente, no dejan de hacerse ricos. Las parroquias y sus templos, ya hace tiempo que dijeron que se cierren.
A los presbíteros se les permite celebrar misas, trasmitidas por internet, el Sacramento se celebra en el lugar, y de ese se hace un espectáculo, que de acuerdo a la más sana liturgia, no se trata de una misa válida.
El rosario, lo reza una viejecita abandonada y lo reza el Papa, ambos con la misma validez porque se trata de una oración privada.
Pero los templos se van a ir abriendo poco a poco, se van a sanitizando, pero lo que más falta les hace, es una buen descarga de “raid”, por la abundancia de rebaños de cucarachas, moyotes, moscas, etc., ya que eran recitos cerrados.
Entre otros asuntos graves ¿qué haremos con los jóvenes ya que los eventos deportivos que los entretenían, ya no se desarrollan con la misma soltura?
Y los actos masivos, en los que capitaneados por un conjunto, se bailaba gran parte de la noche, al costo que fuera. Y a comprar cerveza, vino, yerba, que el evento para eso es, con actividad clandestina, pero a cielo abierto.
Y los viajes en avión, para quien los puede pagar, para gozar de un buen partido del deporte apreciado, o una corrida de toros, etc.,
Hay muchas cosas, que con dolor de cabeza, nos vemos forzados a cambiar porque el patógeno nos obligó, no por una meditación sobre alguna sugerente página evangélica.
Ya hace tiempo que hasta por el cumpleaños de un bebé se renta un salón de fiesta, se pide a un payaso que nos haga reír, él se gana su dinero porque ese es su trabajo, pero ¿será tan necesario para la formación de la persona que el recinto familiar haya dejado de ser lugar de la fiesta familiar de una familia?
¿Qué es lo que medularmente debe cambiar?