Así dice el Papa Francisco en su mensaje cuaresmal, con el tema: “A través del desierto Dios nos guía a la libertad”.
El Papa recuerda el papel que desempeñó el Faraón en la opresión del pueblo de Israel diciendo de él: “Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles.
Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas”.
Comenta el Papa: “Quisiera señalarle de no poca importancia en el relato del Éxodo: es Dios quién ve, que se conmueve y libera, no es Israel quien lo pide.
El Faraón, en efecto, destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos.
Es decir, logra mantener todo sujeto a él…lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza”.
Pensamiento papal muy acertado para ciertos ambientes mexicanos y laguneros inyectados de pesimismo.
Con acierto, reflexiona el Papa: “A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbitos, sino hijos”.
Afirmación sesuda que nos conduce a la gran verdad de que en el hoy histórico, en un descubrimiento de lo que nos revela la realidad, descubrimos muchas formas actuales de esclavitud.
El hecho de cegarnos a la información consciente, que va a la raíz de los acontecimientos, de las injusticias, es modo de hacer y fomentar las esclavitudes.
Añade el Papa: “Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira.
Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (Sal. 115,8), los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza del bien que sana y sostiene al mundo”.
En voz del Papa se escucha esta recomendación:
“La forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando, sugiere que la Cuaresma, sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones comunitarias a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles y los despreciados”.
El mensaje del Papa trata de un cristianismo auténtico en el que lo interior tiene proyección en lo social.