El Papa Francisco ha enviado un mensaje de Cuaresma para incitar a todos los creyentes a ser sembradores que contemplan en un futuro la lógica de la cosecha:
“No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo.
Por tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos” (Ga. 6-910).
La imagen del sembrador, con acentos bíblicos, acompaña toda la enjundia del mensaje cuaresmal del Papa.
Toda siembra se hace en vistas a una cosecha. También la evangelización.
El Papa anota: “El vínculo estrecho en la siembra y la cosecha lo corrobora el propio San Pablo cuando afirma:
“A sembrador mezquino, cosecha mezquina; a sembrador generoso, cosecha generosa (2 Cor. 9).
Pero ¿de qué cosecha se trata? Un primer fruto del bien que cosechamos lo tenemos en nosotros mismo y en nuestra relacione cotidianas. Incluso en los más pequeños gestos de bondad” (Papa Francisco).
Parece que el Papa nos dice que es falso el refrán mexicano que afirma que el que se mete de redentor sale crucificado pues dice:
“En realidad, sólo vemos una pequeña parte del fruto de lo que sembramos, según el proverbio evangélico “uno siembra y otro cosecha” (Jn, 4, 37). Precisamente sembrando para el bien de los demás participamos de la magnanimidad de Dios:”.
Una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretan del bien que se siembra” (Cart. Enac. Fratelli tutti, 196) Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógica del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios”.
El hombre se topa con el egoísmo de nuestro tiempo, como “es el riesgo de la dependencia de la comunicación digitales, que empobrecen las relaciones humanas.
La cuaresma es un tiempo propicio para contrarrestar estas insidias y cultivar, en cambio, una comunicación humana más integral, hecha de encuentros reales, cara a cara”.
La cuaresma es un tiempo propicio para buscar a quien está necesitado, para llamar y no ignorar a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra, para visitar a quien sufre la soledad.
Pongamos en práctica el modo a buscar el bien a todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados, y despreciados, a quienes son discriminado y marginados (Frattelli ttuti, 193).