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Caminata en el centro

  • Lagunauta
  • Caminata en el centro
  • Jessica Ayala Barbosa

Desde que me cambié a vivir cerca del centro de Torreón, hace tres años, acostumbro las caminatas nocturnas siempre y cuando el clima sea agradable. Mi ánimo por salir a patear las calles (como dice mi querida América Pacheco) crece conforme descienden los grados en el termómetro. Cualquier temperatura entre los 30 y los cero grados centígrados es propicia para mí.

Dado que en la “ciudad de los grandes esfuerzos” la mayor parte del año hace un calor de los mil demonios, mi temporada de merodeadora se reduce a unos cuantos meses: noviembre, diciembre, enero, febrero y marzo. Si todo sale bien.

El resto del tiempo sí salgo, pero muy de vez en cuando, y lo considero una proeza que atribuyo a esa vocecita en mi cabeza que me insta a combatir al sedentarismo, y a mi cuerpo que me recuerda cuán necesario es hacerlo con uno que otro malestar.

El sector que recorro puede ser el mismo, pero las formas de hacerlo son diversas, y las de vivirlo y observarlo inagotables.

Caminar es una actividad muy estimulante. La calle me ofrece sorpresas y regalos: una fachada en la que nunca había reparado, alguna inscripción en la banqueta, la fragancia de los rosales o los geranios, los aromas de los puestos de comida, perritos amigables, gatitos misteriosos, los ruidos y la música desde dentro de las casas, de los carros que pasan, las melodías que tarareo en mi mente mientras camino, en época navideña las creativas decoraciones. Cada detalle puede detonar un recuerdo, una reflexión, una nueva idea, un anhelo, una plática cuando voy acompañada.

También guarda algunas decepciones: árboles que ayer estaban y de los que hoy sólo quedan unos veinte o treinta centímetros de tronco, plazas descuidadas, asfalto y banquetas deterioradas, cucarachas, basura regada (que ahora incluye un gran número de cubrebocas). Cambia el mundo, cambia la calle, cambio yo.

Colonia Moderna, Ampliación los Ángeles y Primero y Segundo de Cobian son los territorios que ya reconocen mis pisadas. En la esquina de la privada donde vivo los bulevares Constitución e Independencia se acercan tanto que casi se besan, lo que significa que unos cuantos pasos y ya estoy en el centro.

El corazón de la ciudad forma parte de mi cotidianidad desde hace 16 años. Estudié en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAdeC y la mayor parte de mi carrera profesional la he desempeñado en empresas situadas en este sector.

Estoy familiarizada con las calles, los comercios, los transeúntes habituales y he sido testigo de una gran cantidad de cambios urbanísticos, demográficos, así como de los estragos que las problemáticas sociales han ocasionado en la zona.

Recuerdo la desolación de la época de inseguridad, los esfuerzos civiles para devolverle la vitalidad de antaño, las muchas veces molestas y controversiales obras que los gobiernos han impuesto para intentar reactivar la economía, la invasión de antros, las plagas de ratas…

Sé que, comparado con el de otras ciudades, el centro de Torreón no parece tan atractivo, sin embargo, tiene lo suyo. Pero además pienso que antes que pedirle, como ciudadanía podríamos preocuparnos por darle vida.

Me apena muchísimo que la existencia del centro se reduzca principalmente al comercio o las labores godinezcas y antes de la pandemia también a la vida nocturna en el llamado Distrito Colón, pero sólo de jueves a sábado.

La sobreoferta de bares y restaurantes con conceptos muy parecidos quedó evidenciada con la pandemia. Muchos de los negocios que abrieron en los últimos años (tras la inauguración del Paseo Morelos que triplicó las rentas y obligó a algunos habitantes y otros tipos de locatarios a irse), han cerrado, sus fachadas exhiben ahora el anuncio “se renta”.

Caminar en las noches por el centro en estos tiempos del covid es deprimente. Las calles lucen desoladas y aunque hay quienes se arriesgan a visitar los bares, sospecho que lo que queda de vida nocturna hace más ruido que lo que en realidad reditúa.

Supongo que para los pocos vecinos que quedan en el área ha sido un alivio no escuchar tanta música a alto volumen en la madrugada o el escándalo de los parroquianos pasados de copas, pero para nadie es positivo que el sector se quede solo.

Ahora que mi ex escuela se ha mudado al oriente pienso en todas las oportunidades que nuevas generaciones se perderán de relacionarse con el corazón de su ciudad, de encontrarse con otros, de hacer comunidad.

Quisiera que la gente habitara el centro a toda hora. Lamento que en lugar de propiciar esto, gobierno y sociedad, asintamos que la mancha urbana se aleje cada vez más de él y arrase a su paso con las tierras ejidales para convertirlas en fraccionamientos cerrados con áreas públicas exclusivas -es decir excluyentes- donde ni estar encerrados les sirve a los vecinos para estrechar lazos, tenderse una mano o simplemente comunicarse.

Pienso que otra sociedad seríamos si alimentáramos conscientemente y no sólo por modas la vida en el centro.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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