Política

Independencia del Imperio Mexicano

El pasado lunes se conmemoraron 200 años de la entrada del Ejército Trigarante  a la Ciudad de México; y ayer el bicentenario del Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Como no siempre se da una celebración así, permítanseme unas breves consideraciones en torno a ese suceso y su significado:

Tanto el Plan de Iguala como los Tratados de Córdoba hablaban  de “la erección de un nuevo Imperio”, en el que su gobierno “será monárquico, constitucional moderado”. Las tres garantías que ese Ejército aseguraba en realidad  eran: Religión Católica; Independencia; y Gobierno Monárquico (lo de la Unión, era implícita y vino por añadidura).

Debido a que España desconoció los Tratados de Córdoba, y Fernando VII no aceptó la Corona del nuevo Imperio independiente, Agustín de Iturbide fue vitoreado popularmente como Emperador. El Congreso Constituyente lo eligió como tal el 19 de mayo de 1822, siendo coronado en la Catedral el 21 de julio de ese mismo año.

Visto lo anterior, debemos reconocer que el primer gran problema de México como nación independiente fue establecer un gobierno “monárquico, constitucional moderado”, sin contar con una Constitución de la que surgiera; sin haber tenido la experiencia de un gobierno propio; sin saber a ciencia cierta en qué debía consistir su “moderación”; y, lo que es más importante, sin tener la más mínima noción de cómo debían ser las relaciones y controles mutuos entre un Emperador y el Congreso o Parlamento: Iturbide disolvió el Congreso y este lo desconoció.

Renegando  de los dos malogrados Imperios tenidos, creamos repúblicas que en el siglo XIX produjeron dictadores y en el XX y XXI monarcas sexenales, con más poder y menos controles que los que los reyes o emperadores tienen en los sistemas parlamentarios. Fusilamos al Libertador que proclamamos Emperador y ensalzamos a déspotas republicanos.

En nuestros 200 años de vida independiente no hemos sido capaces de reconocer que puede haber un sistema parlamentario en una república; ni de construir un presidencialismo democrático, no por su origen, sino por los controles y límites que debe tener en el ejercicio del poder.

Como quiera que sea, felicidades a México en su cumpleaños número 200 y nuestros deseos de que los más que cumpla siempre sean mejores. Se lo merece. 

Javier Hurtado


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