Política

Una justa olímpica para la melancolía

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  • Una justa olímpica para la melancolía
  • Javier García Bejos

El repunte de contagios por Covid y la declaración de “Estado de emergencia” en la capital nipona han obligado al Comité Olímpico y al gobierno japonés ha celebrar las olimpiadas sin espectadores en gradas. Un escenario anómalo y triste como lo ha sido este último año. Dese los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, celebrados el 6 de abril de 1896 en Atenas, las únicas interrupciones a estos se dieron debido a conflictos bélicos; la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En 2020 la pandemia pospuso la ceremonia para este año, pero se llevará a cabo bajo circunstancias excepcionales.

Los Juegos Olímpicos han sido durante ya más de un siglo, un suceso singular que ha logrado reunir a un gran número de naciones en torno a una fiesta en la que las diferencias de cualquier índole se olvidan y personas de todas las latitudes siguen atentas la competencia, celebrando y llorando a sus atletas, que en muchas ocasiones encarnan símbolos sociales, culturales y políticos dignos de análisis antropológicos de gran envergadura.

A diferencia del Mundial de Futbol, que también me apasiona, las Olimpiadas tienen un cariz muy especial; existe en ellas un sentimiento de hermandad, de unión; simbolizan el coraje y la disciplina. En muchos sentidos son también un incentivo de superación y resistencia, un mensaje de aliento para muchas sociedades pauperizadas por la pobreza y la marginación, que encarnan en sus héroes deportivos ejemplos a seguir.

Las alegrías y satisfacciones, así como las ilusiones y esperanzas que un evento como este vierten sobre quienes los protagonizan y sobre quienes lo observan, dotan a los Juegos Olímpicos de una mística excepcional. Porque más allá de su origen occidental, las Olimpiadas han logrado eliminar esa barrera geográfica e instalarse en lo universal, y eso es lo que las convierte en algo único.

Todas las naciones del mundo han vivido momentos de gloria cuando uno de sus atletas logra hazañas sobrehumanas y pone de manifiesto hasta qué punto el Hombre puede llevar al extremo sus propios límites. Los Juegos Olímpicos nos han regalado momentos excepcionales y emotivos que han unido al mundo entero en torno a un solo sentimiento, más allá de fronteras, identidades étnicas o regionalismos.

Este año veremos la justa olímpica, casi todos, desde la óptica de un monitor. No habrá multitudes en estadios, y las calles de Tokio no vivirán, como se vivió en ediciones anteriores, la euforia de los juegos. Pese a ello, y pese al trago amargo que ha sido para casi todos esta desafortunada emergencia sanitaria, creo que estos Juegos Olímpicos podrían ser aún más especiales y simbólicos, por todo lo que van a representar para la historia y para la humanidad.

La pandemia ha puesto a prueba a nuestra especie, los juegos son eso, una prueba de lo que somos capaces de hacer; de los retos que podemos superar; de nuestra capacidad para sortear obstáculos; de nuestra habilidad para al final, pese a estar exhaustos y con profundo desasosiego, con adrenalina y temor, ser capaces de alzar la cabeza, mirar de frente, sonreír, y cantar victoria.

Javier García Bejos


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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