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La pandemia nos dejó en casa sin estadios y el año pasado hasta sin olimpiadas. Los deportes, desde mi perspectiva, son el mayor bálsamo de entretenimiento que nos quedó y hoy en buena medida marcan el punto de referencia de las gravedades o las pruebas superadas de la pandemia. Mientras en la Eurocopa los estadios lucen otra vez repletos y los equipos juegan saltando de una ciudad a otra, el contraste profundo se percibe con los silenciosos estadios de la Copa América, en Brasil.

En Paris y Londres, Roland Garros y Wimbledon en el tenis acumulan fans en las gradas mientras que la Fórmula 1 y su andar por el mundo actúan de termómetro de las capacidades y preocupaciones de cada país. Hace semanas, el Canelo peleó pletórico en Dallas con un estadio a reventar, mientras que en muchos países resulta imposible siquiera ir al cine.

La velocidad de vacunación en el mundo hace patente qué tan rápido o no es posible la vuelta a la normalidad. Nuestro país, con un gran número de entidades en semáforo verde, celebra que poco más de 15 millones de mexicanos tienen doble dosis de vacuna.

El verano, repleto de eventos deportivos, presenciará unas olimpiadas en Tokio muy diferentes a lo que seguramente se había pensado; no podrán asistir fans del mundo a los estadios olímpicos. Los encargados del ambiente en la tribuna serán los propios japoneses, si encuentran condiciones para hacerlo, mientras que en Europa, en pocos días, la final de la Eurocopa convocará a multitudes que han abandonado el encierro y enfrentan ya hasta sin cubrebocas la nueva realidad, a pesar de los continuos llamados a tener extremas precauciones, porque el Covid no se ha acabado y estamos muy lejos de generar inmunidades de rebaño que protejan la salud del colectivo.

Lo interesante es ver el efecto de este termómetro que tiene a la humanidad pendiente de los grandes foros y espectáculos. Sin duda, el ansia por salir, por convivir y estrechar las manos del otro, de hacer eso que nos hace humanos, la interacción social, es algo que viene palpitando desde hace tiempo y es totalmente natural. Miles de años de evolución no pueden detenerse en seco, nuestra característica de especie eminentemente social no puede negarse.

Por ello, me resulta curioso e interesante analizar y desmenuzar la forma en que los distintos países y según sus propias capacidades, van disminuyendo el asilamiento para darle paso a esa “normalidad” tan añorada, lo que sea que se entienda por eso. Sin duda, los eventos deportivos, entre muchos otros claro está, y la posibilidad de que se lleven a cabo de nuevo, son una especie de síntoma de la urgente necesidad de nuestra especie por volver al camino antes transitado.

Imposible saber por ahora cuál será el derrotero de esta epidemia y de las que muy probablemente seguirán llegando, lo que ahora importa, y creo que es el sentimiento de la gran mayoría, es cómo nos reacomodamos, cómo reinventamos nuestra realidad o cómo, seguro hay nostálgicos al respecto, volvemos al estilo de vida que teníamos previo a la llegada del Covid.

Mientras la vacunación avanza, a cuentagotas y como la espuma según el presupuesto de cada país, las pulsiones para volver a estar ahí, en un estadio, gritando, bailando, abrazándonos y disfrutando de una gran o mal juego, del deporte que sea, están más latentes y vitales que nunca. Ojalá que este mareo y adrenalina no nos salga demasiado caro, en el entendido de que para muchos de nuestros países el control de la pandemia está muy lejos en el horizonte…

Javier García Bejos


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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