En mi autoimpuesta tarea de educar a la oposición sin ánimo de lucro —eso debe contrariarlos, supongo— veo que estoy arando sobre las olas. Claro que cuando ves que sus yodas son el ChikiliQuadri, Los Chuchos pedorristas y Markitititititiitititito Cortés, pues te queda claro que se dejan llevar por la fuerza oscura.
Ya lo dijo la admirada filósofa Coco Chanel: “El lujo no es lo contrario de la pobreza, sino de la vulgaridad”. Tanto que gastan en esta marca, y no han entendido nada; por eso se fueron a la marcha como si fueran un George cualquiera de Santa Fe yendo a Teques para el weekend a aplicarse un break fast, bro. Digo, si expusieran sus broncas con menos histeria y como mucho menos prête-a-porter, quizá cabría lugar para el debate. Esto no quiere decir que la contraparte esté más receptiva, por supuesto que no, pero si gastamos tanta lana en su educación, me parece mala onda que mirreyes y mirreynas podrían habernos ahorrado la imagen de pancartas cargadas por sus ayudantes al ritmo de “¡Viva Cristo Rey!”, como si Ávila Camacho anduviera cerrando iglesias, o “Comunismo No”, que no puede ser sino producto de algún delirio foxista.
Y es que en vez de concentrarse en lo esencial prefieren irse al bulto, a lo superficial, nada más por darle gusto a la fanaticada. Por eso ahora se fueron los panistas-aguadistas contra Marchelo Ebrard, acusándolo de usurpar funciones de vicepresidente. Casi tiro mi guajolota y mi champurrado. O sea, se olvidan de Córdova Montoya, que era el consiglieri favorito de Salinas, claro; no se diga el superasesor de este muchacho tan loco, cómo se llama, un chaparrito, peloncito de lentes, ay, que ahora es ex presichente, cómo se llama, bueno, ahorita me acuerdo, Juan Camilo Mouriño, sino que se detienen en lo superficial, en lo nimio.
Aquí entre paréntesis tiene razón el esposo de Margarita y papá del Tumbaburros (y si no lo es tendría que serlo porque sería un desperdicio de genes) cuando afirma que entre más hable AMLO de él más lo fortalece. Digo, quizá sea el momento de aplicarle la primera ley de Twitter: no darle de comer a los trolls.
Eso confirma que la oposición invierte tanto en amueblar sus pensamientos como en bots y trolls que me avientan, a los que en vez de comprar en tiendas de prestigio, cualquiera diría que los mercan en los teleofertones de Waldo’s.
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@jairocalixto
