Dice la ingeniera X que ella no es vendepatrias, o sea que solo fue a hacer a Estados Unidos lo que suelen hacer los candidatos del PRIcámbrico temprano y de Acción Nacional educados por el neoliberalismo salinista-zedillista: vender a la patria sin medida ni clemencia, en el mejor estilo de Pedrito Sola haciendo comerciales de mayonesas.
Por supuesto que ella no es vendepatrias, sino que actúa como vendedora de tiempos compartidos en Iberdrola como su amigui CaldeRón, para que la iniciativa privada pueda hacer bisnes bonitos sin ningún compromiso social, como debe ser.
Me encanta la idea de que la señora del huipil pueda contribuir a que se cumplan los sueños dorados del humanista Checo Sarmiento, por ejemplo, que quiere que el agua no sea un derecho humano sino un must, un objeto de deseo para wanabis y aspiracionistas, en un aparador del Palacio de Hierro.
El chiste es morir de sed, habiendo tanta agua. ¡El hambre de sed será una realidad!
Lo mismo que el litio, será divertido observar cómo mi Xóchitl lo desnacionaliza y se lo pasa con un descuentazo azo azo a Elon Musk y a los países noruegos con gelatinas incluidas.
Por supuesto que la señora Gálvez no es vendepatrias, solo que es un poco distraída y se le olvida que el lema de los poderes fácticos que la patrocinan es “ven, privatízame otra vez”. Es que anda muy distraída porque mientras anda como cobradora de Coppel, los del PRIANchu nomás le andan metiendo la pata y dejándola colgada de la brocha. Y ahí los tienes echándose la bolita sobre quién rentó el edificio donde hace sus “Mañañeras” que, casualmente, pertenece a la compañía Marhnos que, también casualmente, fue beneficiada con contratos cuando Gálvez era alcaldesa. Y solo para sacar al buey de la barranca, Max Cortázar sacó de la chistera un contrato de arrendamiento express de a 300 mil varos, ni que fuera la OEA.
Para evitar sospechosismos, mejor se hubieran ido a un Vips.
El ridi es la maldición de la Opo. Ahí tienen al sabio Ray Rivapagliacci alegando que es imposible que AMLO haya escrito su libro, que lo hicieron entre varios. El león cree que todos son de la condición de Calderón, que escribe con las patas, o de Vicente Vox, enemigo de la ortografía, o de mi licenciado Peña, que solo anda en la padroterapia intensiva. Solo le falta decir que a AMLO en realidad no le gustan los tamales de chipilín y que es fan de Kinky Téllez.
Ni Carlitos Loret llegaría tan lejos. Les hace falta ser más provincianos.