El triunfo contundente e inobjetable de la cinta coreana en todos los premios cinematográficos y su culminación en la ceremonia del Oscar, Parásitos, tiene muchas lecturas por el hervidero de referencias, temáticas y fenómenos que aborda de una manera aparentemente divertida e ingenua, pero en realidad salvaje y brutal.
Para mí la parte más alucinante, además de las incesantes vueltas de tuerca que el director Bong Joon-ho va sacando como el Spiderman va sacando telarañas, aparece y, perdón por el spoiler leve, es cuando el ama de llaves —versión indulgente de la Señorita Cometa— comienza a imitar a Kim Jong-un con todos los delirios posibles.
No obstante, aunque no por obvio ha dejado de pasar desapercibido para las buenas conciencias, que de lo que se habla de una manera tristemente marxista en esa película, que es un peligro para el neoliberalismo humanista del cual gozamos, es de la lucha de clases, como si realmente existiera. Y todo a partir de fake news que, sin duda, deben formar parte del pastiche: que en Corea del Sur, uno de los tigres del Pacífico, donde se producen maravillas tecnológicas, se crece al mil por ciento, se exportan versiones orientales de Menudo a través del K-POP y se viraliza el gangnam style, hay pobres, símbolo del fracaso o del ensueño postcapitalista, según se vea.
Es como la increíble y triste historia de la cándida Chayito Robles y la cuatroté desalmada que ha declarado libre de polvo y paja al voyeur de la vida galante, Carlitos Ahumada, para que pueda no solo demandar por 400 mdp a la ex secre Sedesol y Sedatu, sino también al PRD, que atinadamente desmantelan Los Chuchos con el mismo entusiasmo con el que Lorenzo Córdova quiere convertir al INE en la CTM.
Como quiera que sea, lo de Parásitos debe ser seguramente una licencia poética, una comedia de situación, porque es imposible que una peli —como dicen con cierto dejo de cursilería los millenials— se permita que la pobreza sea la protagonista y que se señale hacia los fifís de aquellas tierras, solamente por experimentar ciertos ascos por el fétido aroma que la falta de recursos y vivir en el hacinamiento producen lógicamente en los olfatos de los bien nacidos.
O sea, hasta hay quienes han interpretado que los verdaderos parásitos, además de Jelipillo Calderón y los de México Libre, son los ricachones a los que los pobretones tomaron la casa, en vez de besarles los mocasines Louis Vuitton.
¡Fuchi, guácala!
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