Parece que en el sector opositors lo suyo, lo suyito de ellos, es el autoboicot. Tanto se esfuerzan en boicotear a sus enemigos que, ya encarrerados y al ritmo de “si el perro es bravo hasta los de la casa muerde”, se boicotean entre ellos de manera fiera, febril y generosa.
Ahí tenemos a Lady X que ahora, sin temor a afrentar al Eterno, se metió con las micheladas por ser las culpables de todas las angustias y todos los quebrantos en materia de seguridad y lucha contra el crimen organizado. A lo mejor la señora del huipil le quiso rendir un homenaje a Ricardo Anaya, del que solo ella se acuerda, de cuando se cebó atacando malamente a las caguamas. También se podría uno imaginar que, siendo tan calderonícola, en una de esas García Luna Productions le mandó algunos tips para triunfar en la vida y acabar con la criminalidad. Esto, como bien sabemos, resultó contraproducente, sobre todo porque si bien es cierto que el combate contra engendros del mal como las licuachelas, los dorilocos y las gomichelas (incluso agregaría las micheladas cubanas a las que les falta un grado para ser pozole) podría ser benéfico para la sociedad en su conjunto, pero meterse con las micheladas sí resulta una afrenta por la naturaleza benéfica de la legendaria bebida en la lucha contra la calortz, y una contradicción, pues circulan imágenes de la precandidata empujándose unas micheladas tamaño florero.
Quizá por eso su contrincante, Beatriz Paredes, bastón en mano, para acabar de desinflarla le metió varios mandarriazos estilo don Teofilito: desconoció su carisma, cuestionó su liderazgo, puso veladamente en la palestra su tráfico de influencias y, para rematar, estableció que el huipil original es el suyo. Qué se me hace que con una pequeña operación del circo de mapaches amaestrados de Alititititito Moreno -dicen que prepara la gran traición contra el Frente de Claudio XXX- la buena será la Paredes.
Y lo peor es que la ingeniera que no sabe sumar no se ayuda. En su último show estandopero tuvo el mal y desinformado gusto de afirmar, a lo ChikiliQuadri, que en el sureste la gente no es capaz de trabajar ocho horas seguidas. Eso lo sacó de una maquiladora que Vicente Vox hizo de manera muy torcida con el espeluznante Kamel Nacif, protector de la red de pederastas señalada en Los demonios del edén, de Lydia Cacho.
Como dice mi querido Fabrizio Mejía Madrid, cada vez que Xóchitl habla ejerce contra ella misma la violencia política de género.