La nueva normalidad cambia viejos paradigmas de instituciones y creencias. Uno de los que mayores repercusiones tiene en nuestra realidad, es la reasignación de significados al trabajo y la empresa.
_¿Cuál era la misión tradicional que ejercía ella?
Generar riqueza fue, durante mucho tiempo, la respuesta correcta.
No en vano, durante cuatro décadas, la doctrina predominante en Estados Unidos era que las corporaciones deberían maximizar el valor para los accionistas aquí y ahora, pasara lo que pasara, sin considerar las consecuencias para trabajadores, clientes, proveedores y comunidades.
Sin embargo, la Mesa Redonda empresarial de Estados Unidos, firmó ahora “el capitalismo de los stakeholders” o partes interesadas, y causó un gran revuelo. Después de todo, esta firma involucró a los directores de las empresas más poderosas de Estados Unidos. Ellos declararon que los negocios son más que el resultado final. Más aún, se asumió que el capitalismo de accionistas no maximizaba el bienestar social.
Esto resulta más relevante si consideramos el cambio climático, cuando las compañías impulsan productos poco saludables, cuando explotan a los incautos y vulnerables o cuando no invierten lo suficientes en sus trabajadores y comunidades.
Por todo ello, el surgimiento del Capitalismo de las partes interesadas tiene gran relevancia. Es el punto de inicio para que emerjan empresas que buscan el bienestar común en múltiples formas: con la generación de oportunidades, visión de sostenibilidad y mejora de las condiciones de vida en las comunidades donde opera.
Hay quien asegura que la firma de la Mesa Redonda es un acto de hipocresía y engaño, porque entre los firmantes de la nueva visión corporativa están los principales evasores de impuestos del país o son productores que causan graves problemas de salud, como la obesidad infantil y diabetes, por ejemplo.
Pero esto no es relevante. Lo importante es que esto dará pie a una reforma legislativa primero es Estados Unidos y después en el de muchos otros países para que no sólo se consideren los efectos de su comportamiento en otras partes interesadas, sino que promuevan acciones que beneficien a todos.
En sí, se rompe ya un viejo y pernicioso paradigma de la riqueza como fin y mística empresarial para establecer un nuevo concepto de lo que la empresa debe ser un ente de riqueza, justicia, seguridad y dignidad para cada una de las partes interesadas. De tal forma, la responsabilidad social deja de ser un galardón insustancial y se convierte en la mística y acciones cotidianas en las empresas de todos los sectores económicos.
Y cabe una reflexión final: el sentido de la vida, que durante mucho tiempo se circunscribió sólo al amor, debe abrazar también al trabajo y a nuestra capacidad para transformar entornos. Y bajo esa percepción, la empresa se convierte en un polo de desarrollo y realización. Un centro de confianza. La empresa se reinventa.
Por Ivette Estrada