Inédito, sí. A México le queda poco más de un mes para tener su primera mujer presidenta. El rumbo que habrá de tomar el país se antoja complicado dado que en estos últimos seis años si ha quedado algo en evidencia es que los mexicanos están dispuestos a sacrificar libertades en aras de algo que parece una zona de confort.
El presidente Andrés Manuel López Obrador concluirá su administración el 30 de septiembre de 2024. Claudia Sheinbaum asumirá el cargo el 1 de octubre de 2024 y tendrá una mayoría legislativa dispuesta a obedecer sin cuestionar, sin acordarse de que debe ser un contrapeso.
Los preocupados por esta mayoría oficialista olvidan que durante muchos sexenios el Congreso de la Unión ha estado integrado por legisladores acríticos, levantadedos en estado puro, en los sexenios priistas.
Y eso, ¿está a punto de volver? Creo que nunca se fue. Aquí mismo en los dos últimos sexenios la mayoría de legisladores ha estado al servicio del Ejecutivo en turno. Sin chistar, sin cuestionar ni cuestionarse, olvidándose de que traicionan a aquellos que los eligieron. Llevando a su máxima expresión aquella célebre y vulgar frase de “no te metas en pedos”.
En alguna de sus obras Roland Barthes decía que toda pérdida es también la pérdida de una neurosis. Vale la pena preguntarse qué ha perdido México en estos seis años en los que, bendito postestructuralismo barthesiano, no hubo un rechazo a someterse a los valores y creencias incorporados con el lindo eufemismo “Cuarta Transformación” que disfraza una restauración, por la fuerza y la sumisión sí, y la pérdida de libertades.
Nunca en la historia de un país la concentración de poder ha generado beneficios para eso tan abstracto que llaman pueblo, y nada deja entrever que México vaya a ser la excepción en tanto que en el corazón del régimen están quienes antes, como ahora, y como lo harán mañana, disfrutaron teniendo postrado, con la bota en el cuello, al pueblo.
Habrá quien alegue que hay que dar el beneficio de la duda… y no se han dado cuenta que ese beneficio de la duda implica necesariamente seis años. Sí, seis años que son la vida misma. Así se le dio el beneficio de la duda a alguien como Vicente Fox, luego a Enrique Peña Nieto y después a Andrés Manuel López Obrador.
¿Estamos mejor? No, si lo único que hizo la administración saliente fue gobernar a punta de billetazos, chiquitos, pero billetazos al fin, y de sembrar temor entre ricos y pobres.
Al Margen
Sobran voces que reprueban la protesta en defensa del Poder Judicial. Y quizá tengan razón: nada la va a detener, sin embargo, no se debe olvidar jamás que se pelea hasta el final.