Luis Miguel Morales C.
El dinero no tiene pasado, es la posesión del porvenir. Las grandes fortunas no suelen confesar de dónde vienen ni el verdadero origen de sus ganancias. La riqueza se parece a los gatos que se limpian a sí mismos lamiéndose. Así reflexionaba hace dos mil años un emperador romano conocido por su avidez económica.
Cuentan que Vespasiano vendía las magistraturas a los candidatos y las absoluciones a los acusados. Se dice también que daba trabajo a sus colaboradores más rapaces, con la intención de condenarlos cuando se enriquecían y apoderarse de sus rapiñas. Cierta vez acudieron unos concejales a anunciarle que en su ciudad le iban a dedicar una estatua de mucho valor, y les contestó, señalándose el hueco de la mano: “Que la coloquen aquí; preparado está el pedestal”. Su anécdota más famosa se refiere a una tasa que impuso sobre la orina. En la Antigua Roma, se recogía la orina de las letrinas públicas. Era muy codiciada por los curtidores de pieles, que la usaban para tratar el cuero, y por los lavanderos, que la empleaban como producto de limpieza por su contenido en amoniaco. El hijo de Vespasiano recriminó a su padre por sacar dinero de las letrinas. Vespasiano le colocó bajo la nariz una moneda de oro cobrada por aquel impuesto y le preguntó cínicamente si olía mal. El emperador sabía que, aunque venga de las alcantarillas, el dinero nunca apesta.
Irene Vallejo