Política

Lecciones de la elección 2024: Mujeres electas ¡suelten a los Diegos! (IV)

…A lo largo de mi carrera como periodista y luego como emprendedora, he observado a las mujeres mexicanas en el ejercicio de la política y la función pública. Y algo me ha llamado siempre la atención: los inicios nos inyectan esperanza a través de sus ideas, acciones, programas y discursos, pero acaban sucumbiendo al estilo masculino de la función pública…

Sisi Cancino, Periodista, CEO de MODERS, Una presidenta mujer texto publicado en Presidenta: más de 100 mujeres te escriben, Grijalbo (Pág., 48, 2024)

La (des)mitificación de la historia

Conocer la historia biográfica de la artista mexicana Frida Kahlo “inevitablemente” nos remite a Diego Rivera, debo señalar que “lo inevitable” dependerá en mayor o menor medida al enfoque que se pretenda destacar desde quien lo escriba. Si el propósito es destacar la vida y obra de Frida, no es necesario la vinculación con el también artista Diego Rivera, quien fue una parte de la historia de la pintora mexicana, no la historia. La exigencia de nombrar con proporciones justas, con perspectiva de género es reciente.

La “obligada” vinculación entre Diego y Frida provenía de la tradición narrativa machista de centrar la obra de la artista en la influencia y dominación en torno a un Diego, muchas de estos escritos y publicaciones elaboradas por plumas masculinas, no siendo los únicos, algunas escritoras promovieron esta lectura de vida sobre Frida en su relación con Diego. El resultado, se invisibilizan y borran los méritos individuales de ella y se sustituyen por la tutela de ellos sobre mujeres convertidas en objetos o seres sometidos.

Así transcurrieron décadas, que a la postre construyeron un consenso público en torno a “Frida, la esposa del Diego…El muralista y su alumna...El artista Rivera que influenció con su historia “de amor” a una Frida…etc”. El tiempo, otras miradas críticas y los propios alcances en el legado de Frida y su obra, nos aportaran otras lecturas sobre las biografías individuales, las obras, y por supuesto, la historia de una relación menos romantizada y sí, más enmarcada en lo que hoy nombramos asimetrías y violencias. Ella una mujer sometida “enamorada”, él un hombre con control y poder sobre ella “también enamorado, a sus formas”. Prácticas enmarcadas en lo que hoy denominamos el amor romántico: la subordinación, el sacrificio y dolor como principales contenidos.

La llamada cuarta ola del feminismo, la primavera violeta del 2016, protagonizada por las mujeres que se han apropiado de las calles, foros públicos y conmemoraciones feministas cada vez con más fuerza en demandas y convocatorias, son las mismas que han establecido exigencias puntuales en torno a la no tolerancia a la violencia machista, al fin del feminicidio y a la desaparición de niñas y mujeres; así como a la visibilización del acoso y hostigamiento como delitos, en sustitución de conductas validadas desde la cultura. Ellas son las mismas que nombraron y gritaron por primera vez a manera de una consigna que permanece y trasciende en el discurso político de protesta: ¡Compañera suelta a tu Diego!

La frase hace alusión a una invitación sorora y crítica en torno a la denuncia y renuncia de todo aquel manipulador, maltratador, violentador, que pretenda someter y controlar a otras mujeres, “esos Diegos” mimetizados con hombres progresistas, con poder público y visto a los ojos de los demás como generosos, casi aliados del feminismo. A partir de esta consigna que se reproduce cada vez con mayor fuerza, una invitación intrínseca a cuestionar a todos aquellos que en el pasado y en el presente nos han colocado, y continúan colocando, como los hombres que hacen a otras mujeres, como los hombres creadores, responsables del éxito de otras. La subordinación pública en torno a las capacidades y méritos de ellas, teniendo autorías masculinas. Ellas, las que son obran de ellos. Ellas, las que llegan gracias a esos hombres aliados “que creyeron en las mujeres y les dieron la oportunidad”.

Con el riesgo de provocar cuestionamientos, complicidades e incomodidades en las miradas lectoras propongo una revisión objetiva detrás de las primeras llegadas de las mujeres en épocas recientes a espacios de poder público: ¿quiénes asumen la autoría de semejantes sucesos históricos que solo han debido pertenecer a las mujeres?

¡Compañera, suelta a tu Diego! Es una denuncia horizontal contra ellos que se erigen autores de los logros de ellas, al tiempo de ser un grito de verdad para ellas que validando una cultura tradicional machista asumen deudas de crecimiento, desarrollo y triunfos electorales gracias a ellos. En este tipo de relaciones subordinadas el reconocimiento al trabajo propio y de otras mujeres no existe, “los Diegos” fueron los actores clave, de ahí que la gratitud pueda ser convertida en obediencia.

Soltar a los Diegos es un proceso que implica reconocer autonomías y ejercer libertades, con los costos que ello implica, saberse dueñas de sí mismas y de sus esfuerzos en colaboración con muchas otras mujeres que también formaron parte de sus historias. ¿Con quien harán equipo las mujeres electas? Los gabinetes paritarios asoman no sólo un tema de número, sino de posiciones respecto al ejercicio de poder. No caigamos en la trampa de la numeralia.

¿Quién puso a las mujeres en las boletas?

¿Por qué abordar esta consigna feminista contemporánea en un artículo que forma parte de una serie de textos, cuatro de cinco, en torno a la selección de aprendizajes que dejó consigo el pasado proceso electoral?

Adelanto una respuesta, en el llamado tiempo de las mujeres muchas de las que llegan hoy a distintos cargos de elección son las primeras en la historia de sus territorios y posiciones que lo logran…la pregunta puntual con motivo de esta reflexión en torno a la subordinaciones, obediencias aprendidas y lealtades que se convierten en complicidades ¿cuántas de las hoy mujeres electas soltaran a sus/los Diegos?

La presidenta, las gobernadoras, las autoridades locales y legisladoras electas aún no toman protesta, seguramente se encuentran en plenos procesos de integración de gabinetes, selección de grupos de trabajo y funcionarios clave. Muchas de ellas llegan en el presente proceso con la consigna de “ser esposas de…hermanas de…hijas de…parejas de…ahijadas de…”, en todos los casos se trata de varones, en muchos casos esos varones convertidos en Diegos, los que se erigen “autores” y se niegan a retroceder en presencia, intervención e incluso son los principales en promover frente a los ojos colectivos que ellas gobernarán, pero quien manda vive enfrente, en franco parafraseo a la frase que se hiciera popular en el periodo histórico del Maximato, donde el poder real residía en manos de Plutarco Elías Calles, el ex presidente. Sí: el patriarcado también genera opresión entre varones, la ley del más fuerte.

No basta que ellos, declaren públicamente que serán ellas quienes gobiernen, que ellos se retirarán ¿debemos decir gracias? El solo hecho de que se atrevan a realizar ese tipo de declaraciones asoma su consciencia sobre sus invasivas presencias, y sus declaraciones parecen dádivas frente a figuras que ellos mismos aprecian debilitadas.

Justo en estos días leí lo declarado por actual alcalde de Guanajuato, cuya esposa resultó electa en contienda y quien para forjar autonomía como primera presidenta requerirá más que posiciones mediáticas emanadas de él, los silencios de ellos también son valorados para entender los llamados tiempos de mujeres, y máxime en contextos donde los vínculos preexistes asoman retos para ellas como actoras autónomas.

Esto último no podemos negarlo, ni abordarlo con temor, muchas mujeres tienen rutas de acceso con beneficios y complejidades diferenciadas, reconocerlo será un buen inicio para dar continuidad a debates pendientes en torno al acceso de las mujeres al poder público, en plural. Algunas deberán acreditar su autonomía un día a la vez, a las otras su trayectoria las explica con otras narrativas.

Veremos los siguientes días a varios de los hombres, actualmente en cargos, realizar este y otro tipo de declaraciones que los responsabilizan más que liberarlos en su (in)comprensión de lo que significa la llegada de ellas a las urnas y su consecuente elección. El que se va y la que llega son pares, no hay dádivas al momento de dejar gobernar. Si alguna de ellas, las que llegan, lo creen como un acto de voluntad, poco o nada han comprendido de la política en planos de realidad. Son ellas quienes deberán ejercer el poder público que les ha sido conferido desde el voto, de no hacerlo otros lo harán.

PD. A propósito de Diegos, que valioso y necesario resultará en el proceso de legitimidad de la primera gobernadora en Guanajuato, Libia Dennise Muñoz Ledo el que ella comience a ejercer su derecho al cuestionamiento, dejar de sonreír ante la barbaridad. En las últimas semanas sus silencios en torno a las decisiones del gobernador no se pueden entender como expresiones de prudencia, y la señalan en los límites con la complicidad. Los nombramientos recientes, tan madrugadores como desatinados, las propuestas y declaraciones indolentes de un gobernador saliente en torno a temas importantes, la prisa inconfesable de dejarle cerros prendidos a la primera mujer gobernadora que prometió nuevos comienzos y tiene al principal detractor en casa.

Un Diego, como otros Diegos, del que urgirá Libia comience a guardar distancias que hagan creíble un gobierno de y para las mujeres. Diego Sinuhe no se irá el próximo mes de septiembre, ella deberá apropiarse de su espacio, él no cederá ya lo vemos sus actuaciones de las últimas semanas traducidos en un grito de continuidad sexenal de lo ya conocido, ella deberá romper silencios, fijar posturas, replantear sentidos de lealtad, al tiempo de construir espacios de urgente distancia. De no hacerlo, la historia del sexenio anterior y el que está por comenzar se escribirá como un continúo, y donde la llegada de la primera gobernadora se reducirá a un capítulo anecdótico.¡Atentas Compañeras, denuncien y renuncien a los Diegos! 


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Iovana Rocha
  • Iovana Rocha
  • Activista insistencialista, feminista de lo cotidiano y aprendiz de la prosa intimista. Escribo sobre las historias de vida de las otras mujeres como un acto de justicia y transgresión.
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