Después de ocho años vuelves con quien ha fotografiado rostros ensangrentados y cuerpos volando sobre cuadriláteros, mientras retumban alaridos de fanáticos, también objeto de su lente que enfoca caras de ansiedad, pues un ídolo cae en la lona y otro alza las manos.
Esta vez El fotógrafo enmascarado, quien se disculpa por el ascenso forzoso —“no sirve el elevador”–, invita a subir varios pisos por una estrecha escalera, hasta llegar al último departamento, el suyo, con la respiración trémula y el corazón rebotando en el tórax.
Pero habrá que hacer el recuento de los años. Como muchos niños de su época, este peculiar fotógrafo era aficionado a la lucha libre, a la que pretendía dedicarse, pero un problema de salud se lo impidió.
Transcurrían los años noventa cuando él y un amigo de la secundaria crecieron obsesionados con la idea de practicar ese deporte, pero tampoco su camarada tuvo esa posibilidad y entonces cada quien se hizo de una cámara.
Su amigo Ismael optó por el sobrenombre de Rostro oculto y entre ambos crearon una página electrónica llamada La web enmascarada, la primera especializada en lucha libre.
Todo inició hace 22 años.
Continuaron por la ruta trazada como aficionados y se lanzaron a los alrededores de Ciudad de México y municipios vecinos, como Naucalpan, la arena López Mateos y Coacalco, entre otros.
Fue ahí cuando descubrieron otro tipo de luchas, la llamada lucha extrema, diferentes a las capitalinas, y fue así como una revista contrató a Zao, pues tanto el personaje como sus fotos no eran comunes.
Los dos se habían acreditado como fotógrafos enmascarados, pero un día no llegó el fotógrafo que cubría para una revista en el municipio de Naucalpan, una oportunidad que el azar puso en el camino de Zao.
Esa coyuntura lo benefició y El fotógrafo enmascarado aceptó vender sus fotos a una revista de los señores Guillermo Mañón y Ernesto Campo, quienes le ofrecieron trabajo; y a partir de entonces perfeccionó su técnica, pues su trabajo tenía que ser profesional.
Y Zao propuso su concepto al editor Ernesto Campo, quien ofreció acreditarlo como fotógrafo enmascarado en la Arena México, pero los directivos de esta empresa no aceptaron, tras argumentar que era por su seguridad, además de que sería visto por los luchadores como una competencia desleal.
“El espectáculo es arriba, no abajo”, le hicieron ver a Zao, sin que este viraje lo decepcionara, y enfocó su lente hacia las arenas de la periferia, donde sí podía actuar como El fotógrafo enmascarado.
En estos escenarios el tipo de luchas era diferente, pues los gladiadores parecían no tener reglas, o al menos estas eran muy especiales.
Zao comenzó a madurar en su labor y continuó disparando su cámara en arenas del anillo conurbado, donde los luchadores se daban —se dan— con todo. “Ahí es donde empiezo a trabajar como fotógrafo y reportero de lucha libre”, revela, ya en su departamento de la colonia Tabacalera.
Y es ahí donde acumula un tesoro gráfico, junto a manojos de gafetes que lo acreditan como reportero y fotógrafo en diferentes eventos, muchas veces sin máscara, para no robar y show a los gladiadores,
—Y ahí te clavas.
—Sí, porque Ernesto Campo tenía una empresa sobre lucha extrema. Entonces yo empiezo a tomar ese tipo de fotografía que es, digamos, lo que me da fama.
—¿Y qué has visto en la lucha extrema?
—La lucha extrema puede gustarte y la puedes odiar, porque ahí se golpean con alambres de púas, con lámparas de neón, nopales, serruchos…
—¿También serruchos?
—Es una lucha un tanto violenta, pero a la gente le gusta. Yo he visto a niños que agarran sangre y se la embarran en la cara.
—¿También pueden entrar niños?
—Bueno, entran todo tipo de personas.
—Pero todo está cuidado para que no haya heridos.
—Sí, claro; me decía un famoso luchador extremo que ahora están el Triple A: “Es que se ve más doloroso de lo que realmente duele”. Pero sí es un espectáculo brutal, porque es gente que se está encajando vidrios en la frente, acaban todos bañados en sangre.
Una anécdota que Zao siempre repite, para dar una idea de lo que es la lucha extrema, es lo que vio y sintió un día que entró a tomar fotos a los vestidores, “después de una función muy buena que hubo en una arena Aragón, una arena que ya ni siquiera existe”.
Había sido una lucha entre Violento Jack, que ahora vive en Japón, y Aeroboy, un destacado luchador extremo.
En sus propias palabras:
“En ese entonces terminaron con la espalda destrozada —relata—, y cuando entré me llegó el olor como de sangre con agua, porque el doctor los estaba curando; era un olor de rastro, de carnicería, la verdad”.
—Así de salvaje.
—Así…
—Ese es un público muy especial.
—Sí, pero ahorita, incluso, hacen funciones de lucha extrema en un deshuesadero de autos, allá por Cuautitlán Izcalli; también en San Juan Pantitlán llegan a hacer ese tipo de funciones.
—¿En qué consiste?
—Los luchadores se suben a un tráiler o se avientan de otro coche. Hay hasta parabrisas rotos.
—¿Tienes fotos de esas luchas?
La pregunta lo hace echarse hacia atrás y entonces se percibe un gesto de repulsión tras su máscara
—No, yo no he ido a esas. Yo empecé en lo clásico de la lucha extrema, pero a esas nunca he ido.
***
El fotógrafo enmascarado dice que la lucha libre es un espectáculo, aunque la clasificada como extrema tiene sus dosis de violencia, sus particularidades, y aclara que él cubre toda la información relacionada con ese deporte, que también tiene su lado light.
“Hay luchas, inclusive, en un mercado, donde llevan un ring”, explica. “En esas, por ejemplo, llevan luchas para niños; les dicen luchadores fantasía: “Súper Muñeco, Súper Ratón, luchadores que son personajes de caricaturas”.
—Muy diferente.
—Es un tipo de lucha muy diferente, sí, a lo que se hace en la Arena México, que es lucha para televisión, de espectáculo; diferente a la lucha de Naucalpan, que es una lucha más recia, más fuerte.
—¿Y cuál es el tipo de foto que más te gusta tomar?
—Lo que pasa es que me especializo en la foto de periodismo. El señor me decía: “Tú lo vas a tomar fotos para la gente que no fue a la función; con tus fotos vas a contar lo que tú ves”.
—¿Las más espectaculares?
—En la lucha libre se estila que si el luchador está volando, agarrarlo lo más arriba posible, o en el momento que le va a dar el golpe.
Humberto Ríos Navarrete