Cultura

Un canal prehispánico cruza la ciudad

Pocos saben o imaginan que Ciudad de México tiene un canal, el Canal Nacional, que cruza una parte de la capital, en medio del tráfico y bloques de cemento; pero esta herencia prehispánica fue descuidada durante años, pues la usaron como basurero. Entonces un grupo de vecinos comenzó a rehabilitarla, seguidos por la autoridad, que hizo una inversión millonaria inversión.

Los recuerdos de Edmundo López de la Rosa, presidente del fideicomiso que lleva su nombre, lo trasladan a su pueblo, Mexicaltzingo, alcaldía de Iztapalapa, donde creció con los pasos y la vista puestos hacia el canal; por eso lo siente como parte suya, junto a una generación de vecinos y amigos que hace 15 años se unieron para inyectarle vida.

Las historias personales están relacionadas con el canal. Lo tiene presente López de la Rosa, quien estudió Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología, con especialidad en el área Maya. Desarrolló sus prácticas en la Península de Yucatán. Después retornaría a sus raíces.

La Acequia Real, como se le llamaba al canal, es parte de quien se entusiasma cuando habla de la intervención que hizo con sus amigos y vecinos. “Varias de mis historias de vida más importantes han sido bajo su cobijo”, dice, en referencia al canal, y muestra una fotografía en blanco y negro de cuando era niño. Está junto a dos camaradas en Xochimilco.

Por ello, “cómo no conversar amorosamente sobre el Canal Nacional, si cuando éramos niños, acostados en sus bordes, disfrutábamos adivinando las formas caprichosas de las nubes, o jugar futbol en esas grandes extensiones de tierra que en tiempos de lluvia, al formarse lagunillas, nos metíamos a nadar para atrapar ranas y ajolotes”.

Y más aún ahora, “cómo no estar orgullosos de sus aguas, si poco a poco han recuperado su grandeza ancestral con el esfuerzo comunitario: un cambio radical entre un camino acuático casi extinto, convertido en basurero hasta hace diez años, a un espejo de agua hoy día”.

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Daniel Hidalgo Rodríguez y otros tres compañeros limpian un tramo del canal, en la parte que corresponde a Coyoacán.

Hidalgo y sus hombres, empleados de una empresa particular, hacen la limpieza manualmente en esta etapa de saneamiento integral, en la que el actual gobierno capitalino invirtió 228.7 millones de pesos.

—¿Y tiene que ser manualmente?

—Pues sí, porque no hay manera de que entre maquinaria; digo, están las rampas de acceso, pero se lastimaría algún recinto por donde pasa la gente; sí, tiene que ser manual el vertido y el acarreo.

—Y será continuo.

—Sí, por supuesto, para la limpieza sí debe mantenerse alguien fijo, constante, porque de lo contrario, si no se le da su debido mantenimiento, no va a servir de nada de que lo hayan rescatado.

Los trabajadores arrancan manojos de lentejilla que se extiende; de no hacerlo, la planta se unirá con el sargazo para absorber el agua.

El trabajo de limpieza también ha servido para que se incremente el número de personas que trotan y practican el ciclismo o hacen ejercicios.

Entre ellos está Efrén Maldonado, originario de Culhuacán, uno de los 12 pueblos de Iztapalapa, que pedalea su bicicleta, misma que de vez en cuando estaciona para flexionar piernas y brazos.

Jubilado de la desaparecida paraestatal Luz y Fuerza del Centro, Maldonado dice que en su adolescencia ya pedaleaba desde Culhuacán a Cuemanco. “Me gustaba ir en bicicleta y me pasaba en canoa a Xochimilco”.

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A Edmundo López de la Rosa le gusta repetir la palabra “querencia”, esa inclinación “de volver a la tierra; por aquello con lo que nos conecta de manera natural”, dice, cuando se le pregunta cómo surge el grupo de amigos que se interesan por conservar el canal.

“Sin todo eso –añade- difícilmente hubiéramos destinado tanto esfuerzo a lo largo de quince años para superar adversidades y buscar lo mejor para el Canal Nacional y para la Ciudad de México en general”.

Y a lo largo de los años, una parte de su filosofía de trabajo la han construido a partir del llamado Nuevo Urbanismo (New Urbanism), “un movimiento convencido de que el desarrollo tiene un impacto directo en nuestras posibilidades para tener una vida digna, próspera y saludable”.

Una parte del voluntariado está compuesta por arquitectos, ingenieros, biólogos, abogados, antropólogos, cronistas de pueblos originarios, historiadores, politólogos, ecologistas, urbanistas y luchadores ambientales, entre otros.

—Son vecinos y amigos.

—Sí, encaminados a proteger nuestro patrimonio cultural de pueblos originarios para darles una mejor condición de desarrollo humano, sobre todo a niños y niñas, a los jóvenes.

Cuidan el espacio que abarca del Eje 2 Oriente, Calzada de la Viga, hacia el rumbo de Taxqueña.

“Nosotros no hablamos de limpiar o de conservar –aclara-, sino más bien de sanar, porque vemos al canal como un cuerpo viviente, y como cualquier cuerpo necesita su alimentación, su cuidado, para que pueda estar cada día en mejores condiciones de vida”.

—Cuántas personas participan en la fundación.

—Tenemos tres tipos de voluntariados: el primero, que nos autodenominamos La Banda de hermanos, un promedio de 15 a 20, que de manera continua hacemos labores de manutención.

El segundo tipo de voluntariado es especializado, entre técnicos y profesionistas en diversas ramas, que orienta, de tal manera que todas las acciones sean lo mejor posible sustentadas.

El tercero, “el más importante, son los vecinos que ya no tiran basura, porque sienten que el canal es suyo, o los que vienen a caminar, o los que dan de comer a las aves, o simplemente que disfrutan de este patrimonio”.

Y mientras López de la Rosa nos lleva en un bote sobre las aguas claras, donde abundan garzas, patos, aves migratorias y vegetación nativa, explica:

—Este canal, que originalmente llegaba al Centro de Ciudad de México, nace en la isla de Xochimilco; ha tenido diferentes nombres a lo largo de su historia: Canal de la Viga, Canal de Xochimilco, Canal de Santa Anita; actualmente es Canal Nacional.

Y se remonta al año 1950, cuando se desecó parte del canal; de sus 14-15 kilómetros, dice, actualmente queda un poco más de la mitad. “Es la única obra hidráulica que se conserva, herencia prehispánica, en el suelo urbano de la Ciudad de México”.

López de la Rosa insiste en que es sustancial el apoyo de la comunidad, y recuerda que cuando ellos intervinieron esta zona era “un basurero y excesivamente insegura”.

—¿Y qué decían los gobiernos?

—El gobierno –se refiere al anterior- había considerado convertirla en una vialidad vehicular. Entonces nosotros, en reuniones, comentamos qué queríamos, si otra avenida de coches o recuperar el canal, porque hay una cosa: Yo soy originario de Mexicaltzingo y de niño venía a jugar aquí; entonces hay un concepto que nosotros llamamos “la querencia”.

—La querencia y la herencia.

—Exactamente. Entonces, si nos preguntan por qué hemos sido tan obstinados, respondemos que nuestro principio es la querencia; no puede haber nada, en la política, en el amor, en la vida familiar, si no hay ese sentido de querencia; si no hay ese sentido de pasión, difícilmente uno va a tener esa capacidad de resistencia y de amor por las cosas.

Es lo que persiste del legado prehispánico: un remanso rodeado de avenidas por las que automovilistas hacen rugir automotores, sin saber que existe un cuerpo de agua sobre el que flota y canta una diversidad de aves.

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Humberto Ríos Navarrete
  • Humberto Ríos Navarrete
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