Un día de 1974, poco después de entrar al popular mercado de Sonora, adonde había recalado en busca de un halcón, Miguel Ángel Retana Betanzos se detuvo a mirar un perrito calvo, que pronto identificó como xoloitzcuintle. El locatario se apresuró a ponerlo en sus manos para ofrecerlo en venta.
El precio, sin embargo, le pareció demasiado alto, por lo que frunció el rostro y movió la cabeza, sin dejar de interesarse por el cuadrúpedo. El vendedor insistía pero Retana dudaba. Estaba en uno de los tantos negocios, donde en aquella época era común encontrar una variedad de especies exóticas.
Y mientras observaba al animalito, lampiño de cabo a rabo, oscuro, como fundido en barro, el comerciante insistía en vendérselo, mientras exponía que el xoloitzcuintle había caído en la trampa de cazadores, con lo que daba a entender que era un perro salvaje; es decir, que había sido atrapado en su hábitat.
Sin pensar más desembolsó la cantidad de dinero, cuyo monto no recuerda con exactitud, debido a los cambios que ha tenido la moneda, pero sí que fue una suma alta, y desde entonces se volvió admirador de los xoloitzcuintles; más aún por algo que sucedió: el animal murió a los pocos días de adquirido.
Y es que una semana después de comprarlo, recuerda Retana, ya tenía planeado participar en una exposición canófila en Puebla, en la que había inscrito a dos mastines napolitanos y un pinscher miniatura. Entonces tuvo que dejar a Xolito, como le decía, con agua y comida suficiente, pero a su regreso lo encontró muy débil.
De inmediato lo llevó a la clínica del doctor Lorenzo Roca, su amigo, donde Xolito falleció una semana después, no obstante los intensivos cuidados. Esta situación lo sumió en el desconsuelo y quedó en él un sentimiento de culpa, esto sumado a que en ese tiempo se decía que la raza estaba en peligro de extinción.
El doctor Roca le dijo que su esposa era amiga de una persona en Guerrero, cuya familia tenía xoloitzcuintles.
Retana pidió que le ayudara a conseguir otra cría, y así fue como llegó el segundo, mismo que bautizó como Tenoch, igual que su hijo mayor. Luego intentó conseguir una hembrita, pero fue más difícil.
"Solo había en las ferias donde se exhibían como animales deformes al lado de gallos de dos cabezas y de la mujer que se convirtió en lagarto por haber desobedecido a sus padres", recuerda Retana, "pero más adelante tuve la suerte de conocer a la Condesa Lascelles de Premio Real".
En la década de los 50, según antecedente, la Condesa viajó a la Cuenca del río Balsas, en Guerrero, con la finalidad de iniciar el rescate de la raza xoloitzcuintle, "logrando obtener algunos ejemplares", dice Retana, quien también conoció "a don Óscar Jaloma y a Rafael Giménez, connotados poseedores e impulsores de la raza".
Más tarde se formaría el primer club de amigos de la raza, presidido por la Condesa, quien por cierto se disfrazaba con trajes regionales para ingresar en escabrosas zonas de Guerrero, aunque no le fue tan fácil esconder la piel blanca y sus ojos azules.
En aquel club quedó como secretario el propio Miguel Ángel Retana Betanzos. Los demás integrantes, Calixto Vargas, Gerardo Santiago Contreras y Gabriel Mestre Arrioja, también eran conocedores del perro mexicano.
"He tratado de impulsar la raza, promoviéndola en los lugares públicos, donde así nos lo permiten", dice Retana, de profesión abogado, "ya que es muy triste que los niños no conozcan a los perros originarios de su país".
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En un frondoso parque del sur de la ciudad se reúnen cada semana Retana y otras personas; forman parte del club Amigos del Xoloitzcuintle sin Fronteras, que pasean y exhiben a sus perros; todos obedientes, pero algunos, más altivos, parecen tallados en barro negro. Retana es propietario de una veintena.
—¿Qué sabe del xolo?
—El xoloitzcuintle representaba a Xolot, hermano gemelo de Quetzalcóatl; era el dios que gobernaba las cosas monstruosas, el encargado de llevar las almas a Mictlán, al mundo de los muertos; entonces, cuentan, tenían que atravesar algunos ríos para poder llegar y el xoloitzcuintle era el perro ideal para acompañarlos en esa travesía.
—¿Hay diferencias en la raza?
—No todos los perros pelones son xoloitzcuintles, ni todos los xoloitzcuintles son pelones; hay muchos perros que son peloncitos, pero no son de esa raza, y la gente los comercializa como tales; entonces, sí es muy importante mantener las características que nos marca el estándar de la raza.
—¿Qué recuerda de su primer perro?
—Que iba por un halcón, pero el perrito me robó el corazón —dice, mientras acaricia a uno de sus 20 xolos, éste de gran tamaño, bermejo.
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Es veterinario, historiador y entrenador de perros xoloitzcuintles, cuya raza fue rescatada en las inmediaciones del río Balsas, en Guerrero, aunque el origen también tiene otros indicios, según Víctor Álvarez Miramontes.
—¿Cómo descubren la raza?
—No tenemos la fecha exacta. La raza original es un perro con pelo que sufrió una mutación y a partir de ahí se empezaron a generar los perros pelones. En México se empezó a rescatar en 1946, ya oficialmente, y fueron unas personas inglesas quienes empezaron a seleccionarla. Hay antecedentes de restos óseos en Hidalgo, que datan de 3 mil años, pero las vasijas de barro de Colima tienen más tiempo. Entonces suponemos que este perro surgió mucho en el occidente de la República.
—Es una raza mexicana.
—Netamente mexicana.
—Dicen qué Porfirio Díaz la utilizó como un símbolo de mexicanidad.
—Solo como anécdota: alguna vez fue símbolo, pues le hacía regalos a los embajadores, pero nuestro presidente era como un poquito más amante de la cultura francesa y prefería otro tipo de perros.
—Ustedes tienen una intención de que sea reconocida por la Unesco.
—Es una propuesta y queremos que nos digan todos los requerimientos que necesitamos para que al perro se le reconozca como patrimonio de México.
—¿Por qué piensan que se le debe reconocer?
—Por todos los antecedentes que tiene: en Perú, por ejemplo, el perro pelón peruano es reconocido como patrimonio; en México, por lo tanto, es necesario que se reconozca a su perro pelón, como su perro de origen.
—¿Cuál es el tamaño normal?
—Nada más hay tres tamaños en el xoloitzcuintle: el miniatura, que alcanza una alzada de 35 centímetros; el intermedio, de hasta 45centímetros, y el estándar, hasta de 60, 62 centímetros de alzada.
La autenticidad del linaje, dicen, debe estar certificada por la Federación Canófila Mexicana, como lo documentan durante una exhibición para MILENIO, donde se observa a un xolo de pelo corto, característica que es normal para los miembros de este club, que conocen muy bien la raza preferida por Frida Kahlo y Diego Rivera.