Lo que más me gusta del teatro es que siempre me sorprende.
Peter Brook, uno de los creativos y teóricos del teatro más importantes del siglo XX, concentró en su libro El espacio vacío toda su teoría acerca de cómo se llena de arte ese sitio y cómo cobra vida mágicamente, a través de cada uno de los elementos que integran el hecho escénico.
Este pensamiento viene a mi mente mientras veo Stop Kiss, estupenda puesta en escena que es una suma de aciertos que bien vale la pena detallar.
Escrita por Diana Son, la obra cuenta una sencilla, común y típica historia de amor. Así lo resume el programa de mano: Cuando Callie, una neoyorquina experta en evadir conflictos, conoce a Sara, una provinciana decidida a alcanzar sus sueños, comienza una amistad que cambiará sus vidas para siempre.
Sin embargo, además del qué (que no por sencillo es despreciable y menos predecible) está el cómo se cuenta dicha historia.
Armada como un gran rompecabezas, que se mueve en tiempo y espacio, esta puesta en escena es un buen ejemplo de cómo la creatividad no tiene nada que ver con el presupuesto, y que el talento debe ser el primer factor a considerar cuando se arma un equipo.
Al bien construido texto se suma la atinadísima dirección de Sebastián Sánchez Amunátegui, de quien me declaro admirador absoluto. Cada una de las puestas que le he visto me ha encantado. Exacto en sus trazos, en sus intenciones, cuida por igual el desempeño actoral que cada movimiento escenográfico, luz, etc. Por lo que la obra transcurre maravillosamente bien.
Agreguemos un equipo creativo brillante: Xóchitl González (escenografía e iluminación); Mauricio Ascencio (vestuario) y Tareke Ortiz (diseño sonoro y música original).
Y, por supuesto, un elenco de primera. Claudia Nin, quien además de excelente actriz es guapísima, protagoniza esta historia que recae en buena medida sobre sus hombros. Ella saca la casta y muestra su talento y tablas para bien del montaje.
Alondra Pavón, Edgardo González, Mercedes Olea, Giusepe Gamba y Bernardo Benítez, quien demuestra aquí eso de que “no hay papel pequeño, cuando se le saca provecho”, completan el reparto.
No quiero extenderme más en los detalles, porque así como a mí, a cada lector de esta recomendación, quiero que Stop Kiss lo sorprende, le emocione, lo divierta, lo conmueva y lo sensibilice sobre una realidad que, se acepte o no, ahí está todavía: la homofobia.
Stop Kiss se presenta martes y miércoles hasta el 15 de febrero en el teatro Milán.