A las dos las conozco hace décadas, al menos tres, y he tenido el gusto de trabajar cerca de ambas. Son, en el mejor de los términos, “animales teatrales”, pues buena parte de sus vidas la han pasado en los escenarios.
Hoy comparten personajes en La chica del Bikini, puesta en escena en la que alternan en el doble personaje de Paloma y Flor. Son María Filippini y Laura Luz, que brillan como siempre y con luz propia en esta puesta en escena armada en torno a canciones que han sido interpretadas por Luis Miguel.
Se trata de un montaje de los llamados “musicales de rockola”, que toman canciones muy populares de un artista o un género y las usas como espina dorsal de la anécdota.
El género nació con Mamma mía! (canciones del grupo Abba) y del que hemos tenido en nuestro país múltiples ejemplos, algunos más afortunados que otros.
La chica del bikini azul se cuenta entre los primeros, los afortunados, que cumple las expectativas del público, deseoso de escuchar los más grandes éxitos de Luis Miguel, y aquí una treintena de canciones los dejan más que satisfecho.
Concretar esta idea se llevó cerca de 15 años, y es resultado de un proceso de prueba y error realizado por Juan Carlos Velandia y Édgar Cañas, autores de la historia original, quienes además hoy son uno de los protagonistas y el director de escena de la misma, respectivamente.
La historia es aparentemente simple: Santiago es un exitoso hombre de negocios y autor de un libro de título muy singular (La chica del bikini azul). Si bien es mexicano de nacimiento, vive en España, a donde lo envió su padre cuando era adolescente.
Un día le avisan que su padre --con quien tiene una relación casi inexistente-- ha fallecido y se ve obligado a regresar a México, donde…
Ahí empieza una aventura que incluye a cinco hombres quienes inician un viaje que pasa por amor, hermandad, traiciones, miedo, sueños, secretos, que avanzan, se entrelazan, se cuentan, suceden… hilvanados por las canciones que Luis Miguel ha convertido en súper éxitos.
Pilar de este logro es el trabajo musical, aquí encabezado por el infaltable maestro Isaac Saúl, que una vez más ha logrado un resultado estupendo, haciendo unas combinaciones y arreglos muy cuidados, con la colaboración de Oyambi Solano y Víctor Manuel Aguilar.
Y este viaje/aventura se cuenta escénicamente de manera perfecta. A las ágiles trama y dirección, hay que sumar una producción excelente, resultado del talento de un sólido equipo creativo, integrado por Antonio Saucedo Aspe (escenografía); iluminación (Félix Arroyo); Emilio Rebollar (vestuario); y diseño sonoro (Miguel Jiménez) y diseño de video (Daniel Primo). ¡Bravo a cada uno de ellos!
A ellos hay que sumar un equipo de producción que logra que los muchísimos cambios de espacio fluyan perfectamente. ¡Bravo a Mónica Bravo, Sandra Olivares, Mauricio Parker, Marilú García Luna, al productor ejecutivo Agustín León, y a Omar Carrasco y la empresa WEM, productores del proyecto.
Ahora bien, todo esto se concreta en una puesta en escena, que pareciera un colorido, amplio y muy animado videoclip de los años 80, en la que brillan el talento, las voces y la experiencia de un elenco de primera.
Comencé este texto mencionando a Laura Luz y María Filippini, quienes una vez más se entregan al 200% y logran algunos de los momentos más divertidos y emotivos de la puesta en escena. Ovación para ambas.
Y junto a ellas brillan --de verdad que lo hacen todos en conjunto y por separado—Juan Solo, Carlos Salazar, Manuel Gorka, Manuel Corta, Juan Carlos Velandia, Adrián Pola, Antonio Arochi, Vanessa Bravo, Valeria Trujano, y la gran Gloria Toba, quien sin duda se está convirtiendo en pieza fundamental del teatro musical en nuestro país.
Gran, gran, gran trabajo, y lo mejor de todo es descubrir al final de la historia que todos los personajes, y todos los espectadores, tenemos -en mayor o menor medida- una chica del bikini azul en nuestras vidas, a la que buscamos y queremos alcanzar.
Querido lector, sea usted fan o no de Luis Miguel, La chica del bikini azul le va a atrapar y sin duda saldrá tarareando del Nuevo Teatro Silvia Pinal, que la gran diva de México levantó en la calle de Versalles, en la colonia Juárez, donde se presenta La chica del bikini azul de viernes a domingo.