El libro “La vida de las abejas”, publicado en 1901, por el dramaturgo, poeta y ensayista belga, Premio Nobel en 1911, Maurice Maeterlinck, nos lleva a un mundo hermoso de las abejas (Apis mellifera), de su constante trabajo, de compromisos para la colectividad. Una creación de la naturaleza llena de incógnitas por las diferentes tomas de decisiones que no sabemos quién ordena o cuándo se deben hacer; mas ahí están, sin errores.
Nos dice el autor que es el espíritu de la colmena el que reglamenta y distribuye, de acuerdo a los tiempos y edad, quién será reina, princesas, nodrizas para cuidar larvas y ninfas, damas de honor que velan por la reina, ventiladoras que con sus alas calientan o refrescan la colmena, cereras, escultoras que edifican los panales, recolectoras que salen en busca del néctar de las flores que será miel, que traen polen para nutrir a larvas y ninfas, que acarrean propóleo para taponar y reforzar el edificio.
También están las químicas, que conservan la miel poniendo una gota de ácido fórmico con su dardo, las barrenderas que a detalle hacen la limpieza, las necrófalas que desalojan cadáveres, los machos (zánganos) que fecundan a la reina (mueren cuando se aparean) y los que vuelven (al tiempo) serán masacrados o lanzados a las amazonas, que son guardia y velan día y noche y expulsan a los que podrían afectar la supervivencia de esta sofisticada sociedad.
El libro es un Ensayo: “Texto en prosa que analiza y evalúa temas con argumentos sustentados.” En este caso el autor argumenta (con publicaciones de múltiples expertos y reflexiones de sus enjambres) que la colmena tiene vida propia y cogniciones. No está de acuerdo con otros, como el naturalista George Louis Leclerc, conde de Buffon que afirmaba: “Si se toma una por una, tienen menos inteligencia que un perro o el mono.
Su inteligencia aparente solo procede de la multitud reunida. Esa reunión no supone inteligencia alguna, no es por consiguiente, más que una aglomeración física.”
Con los años los expertos han descifrado algunos de los enigmas: “Las abejas con su reducido tamaño y con un periodo de vida corto, poseen una inteligencia asombrosa que les permite tomar decisiones guiadas por la experiencia.” Se suma: “Un sistema de comunicación por medio de feromonas. Se conocen quince glándulas que generan una mezcla de varias sustancias químicas, estos mensajes químicos son percibidos por las antenas u otras partes del cuerpo de las abejas que inducen actitudes.
O las danzas del vientre (meneo oscilante del abdomen), descubierto por el etólogo Karl von Frisch (recibió el Premio Nobel en 1973 por la revelación) y complementado por el zoólogo alemán Martin Lindauer: “Mediante este proceder comunicador, las merodeadoras informan a las otras de la ubicación de ricas fuentes de alimento o de un buen lugar para establecerse.”
Maeterlinck nos dice que aparte de los escritos debemos meternos en la colmena, ver todo de cerca, cuando la reina crea la colonia y el respeto y el amor que se le tiene, nadie atenta contra ella. Si la ven, caminan hacia atrás, o cuándo ella mata a las princesas y si una la enfrenta, será una pelea a muerte.
Está la construcción del enjambre con sus paredes y celdas hexagonales perfectas, la distribución de las tareas, el vuelo nupcial donde la reina será inseminada y pondrá miles de huevos día y noche hasta su muerte, dando fin a esa colmena y creándose otra.
Finalicemos nuestro análisis revisando si la apicultura es una ciencia, comprobémoslo con el Congreso Internacional de Apimondia 2015, en Corea del Sur, con la asistencia de 40 países y 9 mil congresistas donde se expusieron, entre otras investigaciones, la regulación de la ingesta de macronutrientes; sistemas geográficos para evaluar el potencial de miel y polen de una región.
También expusieron acerca de las abejas genéticamente modificadas; predicciones usando monitores de vibraciones y acelerómetros; selección de colmenas para inseminación natural o artificial y deficiencias de minerales en el semen de los zánganos, entre otros aspectos.
Hugo G. Freire