El cuento “La sirena”, publicado en 1951, por el escritor estadounidense, Ray Bradbury, famoso por sus obras (Crónicas marcianas y Fahrenheit 451). Nos habla de una sirena que suena en un faro y atrae a una criatura de los abismos del mar.
Este cuento es calificado como el mejor de Bradbury. Fue adaptado al cine con el título “The beast from 20,000 fathoms” e influenciaría la película japonesa “Godzilla”.
Estamos ante el género fantástico con sus varias definiciones: “Relato de ficción no realista.” “Género subversivo que viola las normas de la realidad con lo inesperado o sobrenatural.” Dostoievski detalla: “Lo fantástico debe estar tan cerca de lo real que uno casi tiene que creerlo.”
Cuando oímos la palabra sirena de inmediato nos remitimos a esos seres mitológicos que embrujan a los hombres con su canto. Aunque rápido nos vamos a la que emite sonido. Veamos que se refiere a lo mismo.
El físico francés Charles Cagniard de la Tour, quien inventó la sirena acústica en 1819, dice que: “Le dio este nombre en recuerdo de las sirenas de la mitología griega.” “La sirena de Cagniard permite producir sonido y determinar su frecuencia (número de vibraciones/segundo.) Mide el tono de un sonido por medio de una corriente de aire que acciona un disco con orificios, entre más velocidad, más agudo será. Las hay de tres tipos: mecánicas, electroneumáticas y electrónicas.”
La sirena es un valioso código de comunicación que nos avisa cuando hay una emergencia: como un temblor, un tornado, un ataque aéreo, o el final de una jornada laboral. Lo usan las ambulancias, bomberos, carros de policías. La oímos y es probable que nos dé angustia. Además las tienen los trenes y los barcos.
La acústica: “Del griego, oír. Es la ciencia que estudia el sonido, infrasonido y ultrasonido por medio de modelos físicos y matemáticos. Es decir, estudia las ondas mecánicas que se propagan a través de la materia, tanto sólida, líquida o gaseosa. Así como la producción, almacenamiento o reproducción del sonido.”
Vayamos al cuento, inicia con la descripción que hace Johnny, donde él y McDunn, preparan lo que requiere un faro al caer la noche: “Allá afuera en el agua helada, lejos de la costa, esperábamos todas las noches la llegada de la niebla, y aceitábamos la maquinaria de bronce y encendíamos los faros en lo alto de la torre.”
Dice que lanzan las luces rojas y blancas para que mirasen los barcos solitarios y si no veían la luz por la espesa niebla: “Oían siempre nuestra voz, el grito alto y profundo de la sirena, que sobresaltaba a las gaviotas.”
Viven una vida solitaria y fuera de los poblados. McDunn cuenta que en los muchos años que tiene de trabajar en el faro, el mar le ha dado raras sorpresas como aquella ocasión: “Cuando todos los peces del mar salieron a la superficie y como temblando y mirando la luz del faro se quedaron hasta la media noche. Luego ese millón de peces desapareció. Le pregunta a Johnny: ¿No se te ocurre que creyeron ver a Dios?”
Señala Johnny que McDunn ha estado nervioso y ese día apaga todas las luces, solo la sirena llamaba cada quince segundos, McDunn dijo: “Es como la voz de un animal, ¿No es cierto?” Continuó: “En esta época del año algo viene a visitar el faro.”
“Allí dijo McDunn.” Johnny asustado indica: “¡Parece un dinosaurio! ¡Pero todos murieron!” “No, -responde McDunn- se ocultaron en los abismos del mar.”
La sirena llama, el monstruo responde con su enorme boca dentada, hay empatía. Dice McDunn que ese gigante esperó un millón de años para ver a alguien como él. Qué nadó meses y esperó otros más para adaptarse y no estallar cuando subes, el monstruo está feliz.
Para ver qué ocurre McDunn apaga la sirena, el monstruo enfurece, se acerca al faro. McDunn asustado no puede prender la sirena: “El monstruo gritó, abrazó el faro, lo sacudió y la torre se derrumbó.”
Ellos por fortuna se salvaron: “Se ha ido –dijo McDunn-. Ha comprendido que en este mundo no se puede amar demasiado.”