El cuento “Rosas artificiales”, publicado en 1962 por el escritor colombiano, Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez, nos habla de una abuela ciega con una asombrosa percepción de los sucesos que ocurren en su casa, al grado que, decimos, “puede ver”.
Desde luego esa capacidad es bella, pero lo mejor es la prevención, ahí entra la optometría: “Del griego, ὀπτός, optós, visible y metría, medida. La optometría está dentro de las ciencias de la salud. Es una disciplina sanitaria, pero no médica. El optometrista u optómetra es un profesional de la salud visual encargado de diagnosticar cualquier tipo de disfunción que exista en la visión: retinoscopía, astigmatismo, hipermetropía. Para tal fin utiliza técnicas para rehabilitar a los pacientes. Asimismo, con el manejo de instrumentos como el queratómetro (“mide los eventuales errores de refracción del ojo, mediante la medición de la curvatura de la córnea”) o el foróptero (“calcula la graduación subjetiva de la vista del paciente”) para determinar la debida graduación de lentes de contacto o los que se pondrán en armazón.
El texto en cuestión está dentro del género cuento: “Narración breve, basada en hechos reales o ficticios, donde la trama se efectúa con un grupo pequeño de personajes, con un argumento sencillo.” ¡Cuidado! Cuando se define así, no significa que sea un género secundario, no. Porque “el objetivo del cuento es despertar una reacción emocional impactante en el lector.” De ahí que la mayoría de los escritores coinciden que es más difícil escribir un cuento… que una novela.
La obra inicia con Mina “moviéndose a tintas en la penumbra del amanecer.” Se había puesto el vestido sin mangas. Las buscó en el baúl, después, “en los clavos de las paredes y detrás de las puertas, sin hacer ruido, para no despertar a la abuela ciega que dormía en el mismo cuarto.” Se dio cuenta que la abuela ya estaba en la cocina, preguntó por las mangas: “Están en el baño –dijo la ciega-. Las lavé ayer en la tarde.” Mina contestó: “No vuelvas a coger mis cosas.”
En los dos primeros párrafos Márquez ha establecido el motivo que moverá las acciones de la obra, las mangas mojadas de un vestido.
Mina puso las mangas en la hornilla para que se secaran. Le dijo la abuela: “-Pon un papel debajo, porque esas piedras están sucias. Mina restregó con su dedo las piedras, vio que no se ensuciarían, pero dijo: “-Si se ensucian tú eres la responsable”.
La ciega se había servido una taza de café. “Tienes rabia –dijo- es sacrilegio comulgar cuando se tiene rabia.” Cuando sonó el tercer toque para la misa, Mina tomó las mangas todavía húmedas. Salió y en menos de quince minutos regresó. Fue al excusado. Volvió, se sirvió café.
La abuela dijo: “-Primer viernes y no vas a misa. –No puedo ir a misa –dijo Mina- las mangas están mojadas, tú tienes la culpa” Llora. –Estás llorando-. Señala la abuela.” Sale la madre de Mina y pregunta por qué no ha ido a la iglesia. Le dicen que por las mangas de su vestido que están húmedas.
Mina va a su cuarto, saca unas cartas, las tira en el retrete. Llega una amiga con la que trabaja las rosas artificiales, la ve triste y pregunta: “-¿Qué pasó?, Mina responde: “-Se fue.” Indaga: “-¿Y ahora?” Mina responde: “-Ahora, nada.” La amiga se retira.
La abuela se acerca a Mina. Le dice que la siente nerviosa. Y sin más, le resume los hechos: “Siempre escribes en las madrugadas, por tu respiración podría decirte lo que escribes. No fuiste a misa porque alguien te esperaba y te causó contrariedad. Has ido dos veces al excusado y nunca vas más de una vez.” Le responde Mina: “-Fui a cagar.” “Sería una buena excusa, me abrías convencido, si no fuera la primera vez que dices una vulgaridad.” Llega la madre y pregunta que pasa. “-Qué estoy loca –dijo la ciega”-.
Lo hermoso de la obra es que la abuela sabe perfectamente lo que sucede a su alrededor. Además, el lector tendrá que razonar los eventos, porque Márquez solo los insinúa.
Mina ha sido dejada por un hombre.