La obra de teatro “Ifigenia en Aulis”, escrita, quizá en 409 a. C. y puesta en escena después de la muerte de Eurípides. Nos lleva a la valoración del éxito, que para lograrlo, no importa pisotear a los demás. Veremos como un padre sacrifica a su hija y recibe la gloria. También presenciaremos cómo una muchedumbre azuzada por un supuesto ideal, reclama la vida o la exclusión de los otros.
¡Caramba, estos textos, siempre se parecen a la realidad!
La obra inicia con Agamemnón (rey de Micenas y líder del ejército griego) que charla con un viejo paje. Se queja que los vientos no son propicios -hace ya mucho tiempo- y el ejército está varado y no pueden continuar a Troya para hacerles pagar la afrenta de que Paris se hubiera robado a Helena, esposa de su hermano Menelao: “¡Ni un gorjeo de aves, ni un rumor de mares, ni un soplo de viento…! ¡Todo en silencio está! ¡Ni el Euripo siquiera nos envía sus brisas!”
Le narra que el adivino Calcas, consultando al oráculo, ha dictado: “Qué es preciso sacrificar a mi hija Ifigenia, para dar culto a Artemis que en este sitio mora (Artemisa, diosa de la caza, la naturaleza, la virginidad. Para los romanos, Diana). Si así lo hacemos, podremos seguir nuestra ruta y acabar con los frigios.”
Agamemnón, entiende que de no hacerlo perderá presencia como un gran comandante. De ahí que ha enviado una carta a su esposa Clitemnestra y le pide que traiga a su hija, le da como pretexto, que la casará con Aquiles –él no lo sabe-.
Les faltaba el viento, que es una fuente de energía que los humanos hemos usado siempre y que hoy aparece, como Eología: “La ciencia de los vientos. Eólico, viene del latín, aeolicus, relativo a Eolo, dios de los vientos, para los griegos.”
Este método ya era conocido en los molinos de viento y servía para moler los granos o bombear el agua. Ahora se utiliza para generar electricidad en los “Parques eólicos terrestres y marinos”. La energía eólica está calificada como limpia, renovable y barata con un enorme potencial para la industria. Es una ciencia que solucionará las grandes exigencias de energía del futuro.
Agamemnón ha meditado, piensa que no vale la pena sacrificar a su hija por un desliz de Helena, en una segunda carta, que llevará su criado, le pide a su esposa que no venga con su hija, al page le insta que tenga cuidado con los soldados.
Menelao, que ha visto la flaqueza de su hermano, intercepta la carta, lo encara. El rey le dice: “¿Por qué tu enojo? ¡Bien lo sé: estás anhelante por rescatar a tu mujer, yo no puedo dártela, la tuviste en tu mano y no la cuidaste!”
Hagamos un alto para analizar que en esta obra y en otras, a Helena, se la juzga como una traidora, que dejó su hogar y provocó una guerra. Aquí se señala que Menelao no supo cuidarla. Nosotros sumemos que no tuvo esmero con ella, que jamás le robó un beso, que nunca le hizo una caricia juguetona o le regaló una flor. Entonces… ¿Por qué ella es la sediciosa? Además, no fue raptada. Se fue por que lo deseó. La moraleja sería, mejor dale amor y atención a tu mujer porque puede aparecer un Paris y se van con él.
Cómo la carta no llega, Ifigenia arriba a Aulis. Aquiles se entera de una boda que no planeó – se enoja-, pero dice que la protegerá. No lo podrá hacer.
El ejército sabe que llegó Ifigenia y ve mal la debilidad de su rey, se subleva y pide el sacrificio. Gritan que nadie debe atentar ni mancillar el honor de los griegos, se han robado a una de sus mujeres y deben ir por ella.
Agamemnón, ante los sucesos decide sacrificar a su hija.
Ella ya sin escape, acepta. Justifica que lo hará para rescatar la dignidad de su pueblo y por el triunfo de los griegos.
La obra tiene dos finales, uno: a Ifigenia la matan. Estamos ante el género de tragedia. Han asesinado a una inocente.
Final dos, se da como un apéndice: Ifigenia al momento que el ejecutor deja caer la daga, la diosa la rescata y mata a una cierva. Entonces, es una comedia con final feliz.