Una de las grandes sensaciones económicas que nos deja este 2024 que está cerrando es que nos encontramos nuevamente con las viejas insuficiencias, con la percepción de que faltaron cifras, datos, acciones que representen la mejoría que se espera. Si lo pensamos desde América Latina como región, el crecimiento proyectado de 1.8 por ciento es claramente insuficiente frente a las grandes carencias sociales. Imaginen que la riqueza se incremente menos del dos por ciento en un año pero los precios sigan muy elevados en un contexto en que la desigualdad es la más marcada del mundo y que hay más de 200 millones de personas que viven en condiciones de pobreza.
Se crece poco y eso no es lo más grave: la riqueza, los ingresos, las oportunidades y las bonanzas en general se distribuyen de manera tan inequitativa que, en términos prácticos, podríamos decir que lo bueno cae en pocas manos y lo malo alcanza a millones. Cuando las economías crecen no hay certezas de que los beneficios lleguen a los segmentos más necesitados, pero cuando hay caídas, recesiones o conflictos los sectores empobrecidos son los más afectados, en forma más directa y por más tiempo. En un escenario de la desigualdad, los buenos indicadores del crecimiento, la riqueza y las oportunidades tienden a concentrarse en pequeños grupos y, con mucha suerte, llegan a cuentagotas a los que más lo necesitan.
En el caso de México, los datos pintan una situación demasiado conocida en los últimos años: crecimiento económico insuficiente, generación de empleos formales también insuficiente, un nivel de precios que se mantiene por encima de las tasas de crecimiento, y la sensación de que la economía se mueve pero no al ritmo que se requiere. Más de la mitad de los trabajadores mexicanos se encuentran en la informalidad, lo que implica que no perciben aguinaldo, que no cuentan con prestaciones ni seguro, y que terminarán el año en las mismas condiciones que lo iniciaron: en la precariedad de lo informal, lo inseguro. Lo bueno dentro de estos indicadores que parecen anquilosados es la recuperación paulatina del poder adquisitivo gracias al aumento del salario mínimo.
La sensación de insuficiencia está matizada por las grandes necesidades sociales que se viven en México y en toda América Latina. Cuando las economías repuntan, cuando se generan empleos, cuando hay inversiones y cuando aparecen oportunidades para la gente, el contraste que se realiza frente a las necesidades indica que los buenos números resultan insuficientes. Un repunte raquítico como el latinoamericano no alcanza para enfrentar la pobreza ni para minimizar la desigualdad. No alcanza para hacer que millones de personas tengan un mejor empleo, una mejor educación, una mejor alimentación o que al menos tengan la posibilidad real de escapar de la precariedad cotidiana. La insuficiencia crónica que padecemos no se revierte con algunos buenos números o con crecimientos limitados. Hay que replantear la estrategia económica para atender las cuestiones de fondo y no solamente las momentáneas.