Los tiempos de crisis son los mejores momentos para emprender porque la gente está dispuesta a cambiar. El ser humano no quiere cambiar pero cuando hay una fuerza externa que lo obliga, entonces hay más predisposición a cambiar. Esto me dijo la semana el periodista estadounidense James Breiner, uno de los referentes en cuanto a emprendimientos digitales en el periodismo, cuando le pregunté si la pandemia era un buen momento para emprender un medio digital. Contrariamente al pensamiento funesto que ronda en el ambiente en tiempos de crisis, la oportunidad de emprender para romper con lo que se hunde se convierte en una forma de sobrevivencia y de adaptación al cambio.
Y aunque la conversación que tuve con Breiner estaba contextualizada en los cambios abruptos en el periodismo, las ideas de emprendimiento, reinvención y adaptación pueden ubicarse en muchos sectores que, igualmente, fueron sacudidos por la crisis sanitaria y la crisis económica. No solo hablamos de una urgencia por la digitalización sino de aprender en forma acelerada, en muchos casos desde cero, para reinventar los proyectos o para emprender en un nuevo ecosistema en el que el conocimiento, la innovación y la creatividad se convierten en riqueza en el mundo digital.
La pandemia no sólo representa un punto de convergencia de crisis sino que sacudió los cimientos de economías desiguales y fragmentadas, como las latinoamericanas, al mismo tiempo que aceleró procesos digitales y de innovación que se habían dilatado por la propia naturaleza de un subcontinente acostumbrado a llegar tarde. El escenario de desigualdad exhibió sus fracturas, con millones de personas en la pobreza que se volvieron más pobres, con salarios paupérrimos y, sobre todo, con una enorme precariedad que alcanza al trabajo, la salud, la educación y las protecciones sociales que requiere la gente. Y en este contexto, se tienen que acelerar la digitalización y la migración hacia nuevos esquemas de trabajo, nuevos empleos y nuevos conocimientos y habilidades.
Sobre esto último, la semana pasada la Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtió que, como nunca antes, se requerirá de una formación profesional acelerada para atender la demanda de los trabajadores que perdieron empleos que ya no volverán después de la pandemia. Estamos ante el riesgo de que la pérdida de los puestos de trabajo no sólo se lleve los ingresos sino que genere una brecha de habilidades, lo que significa que muchas de las habilidades que tenían los trabajadores antes de la pandemia ya no serán apreciadas en el mercado porque los puestos que las requerían ya no volverán. Ante esto, hay que adquirir nuevas habilidades y competencias.
Emprender no es sencillo y menos en tiempos de crisis. Si a eso le sumamos que en América Latina se emprende siempre desde la desigualdad y con muchos vientos en contra, más que nunca se requiere de apoyos, menos obstáculos y más preparación. Y lejos de romantizar una crisis, lo cierto es que estamos obligados a cambiar porque el contexto cambió.