Negocios

Entre precios y deudas

Uno de los grandes efectos económicos que nos dejó la pandemia es la inflación. Luego de la caída abrupta de los indicadores de crecimiento en 2020 y la profundización de la pobreza y la desigualdad, los precios se elevaron y se resistieron a volver a los niveles considerados como “normales” o “deseables”. A algunos países les sigue yendo muy mal con los precios, como Argentina que el año pasado superó la barrera del 200 por ciento en inflación anual. En el caso de México, se ha producido una desaceleración paulatina de los precios en los últimos dos años y de una inflación que superaba el 8 por ciento, ahora la cifra es de 4.4 por ciento en el mes de febrero, de acuerdo al último reporte del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Si combinamos esta tendencia con otras que vemos, hay un momento interesante para la economía mexicana en el contexto latinoamericano: no sólo es uno de los países más favorecidos por las inversiones de la relocalización de empresas -junto con Brasil- sino que el crecimiento sigue constante, con un buen momento de las remesas y una suba progresiva de los salarios mínimos. Ciertamente se trata de una mirada parcial en el tiempo y ubicada en el subcontinente latinoamericano que enfrenta problemas muy variopintos, desde la hiperinflación argentina hasta la crisis profunda de Venezuela que representa el éxodo masivo de su gente en busca de mejores horizontes.

Que la inflación se esté desacelerando y que los precios ya no suban tanto es una buena noticia para millones de personas, sobre todo para aquellas que deben hacer un ejercicio de sobrevivencia todos los días, navegando entre ingresos insuficientes y precios encarecidos. En América Latina hay 201 millones de personas en condición de pobreza, mientras que en México hay más de 46 millones en pobreza, de acuerdo a los datos oficiales de 2022. En todo caso, no contar con recursos económicos suficientes para enfrentar los costos básicos y encima tener que soportar que los precios estén altos equivale a más pobreza, más precariedad y menos calidad de vida.

La mirada que debería preocuparnos es qué pasará con los motores de la economía luego de esta coyuntura y cómo se logrará mejorar el ingreso y el poder adquisitivo de millones de personas. Hay una necesidad urgente y profunda de pensar más allá de los buenos indicadores para lograr que disminuya la desigualdad y que la pobreza deje de ser la condición natural de la gente. Se trata de trazar estrategias para volver a los empleos de calidad, a los salarios buenos, a la estabilidad y la capacidad de proyectar en el tiempo a partir de un puesto de trabajo, una inversión o un emprendimiento.

No me canso de decir que es tiempo del gran salto hacia la economía del conocimiento y hacia el mundo digital: estamos ante una nueva oportunidad de reinventar la forma de generar riqueza y de distribuirla. Que los precios se estén moderando es bueno, pero las deudas sociales son gigantescas y para atenderlas hay que reinventar el escenario.


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Héctor Farina Ojeda
  • Héctor Farina Ojeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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