Mientras la inflación sigue elevada y tiene un impacto directo en la calidad de vida de millones de personas que carecen de recursos suficientes para cubrir los costos de la canasta básica, las proyecciones de crecimiento de la economía se frenan, las inversiones están a la expectativa y al mismo tiempo hay una necesidad imperiosa de recuperar empleos de calidad. Si en un primer momento de la crisis pandémica la tendencia era a bajar las tasas de interés para abaratar el costo de dinero y favorecer el consumo, ahora con la suba de precios se apunta hacia otra dirección: subir las tasas para encarecer el dinero y enfrentar la suba de precios, con lo cual sabemos que se sacrifica el consumo.
Entre abaratar el costo del dinero y encarecerlo, entre incentivar el consumo interno y al mismo tiempo tratar de contener los precios, entre favorecer las inversiones y enfrentar las incertidumbres. La economía se mueve al ritmo de una recuperación insuficiente, de empleos que volvieron luego de la pandemia pero en condiciones más precarias, de ingresos que no alcanzan para lo básico y de proyecciones de crecimiento que se ven lejanas, escasas, como si los efectos económicos de la pandemia se dilataran y decidieran quedarse por más tiempo del esperado.
La suba de los precios es un fenómeno mundial y tiene un impacto particular en las poblaciones más empobrecidas, en las que no cuentan con recursos para enfrentar un encarecimiento en el costo de vida. De ahí la necesidad de buscar soluciones, aunque sean transitorias, para aminorar el golpe de los precios. Por eso los gobiernos tratan de encontrar opciones para contener los precios de los combustibles y de los alimentos al mismo tiempo que tratan de potenciar las economías desde dentro, desde el consumo, desde las inversiones internas y la generación de empleos.
En el caso de México, todo apunta a que los precios se mantendrán elevados durante todo el año, pese a las iniciativas para contrarrestar la escalada. El punto de equilibrio momentáneo que se busca es que los efectos no sean tan radicales en los sectores más necesitados. Los analistas consultados por Citibanamex consideran que la inflación en 2022 cerrará en 6.7 por ciento, muy por encima de la cifra objetivo del Banco de México, que es de más o menos 3 por ciento. Es decir, la tendencia fuerte es que suban los precios, y los esfuerzos del gobierno apuntan a disminuir el impacto. Y en medio, la gente.
Estamos en un momento económico complicado y todo apunta a que seguirá así por un buen tiempo. El torbellino derivado de la pandemia y la guerra sacude la recuperación, la generación de empleos, los pronósticos de crecimiento y, sobre todo, el poder adquisitivo de la gente. Una vez más debemos prepararnos para un año con crecimiento limitado y con precios altos. Y ante esto nos queda la planificación, cuidar las finanzas y tratar de incentivar la recuperación de la pequeña economía. La gran pregunta por responder es qué seguirá luego del torbellino.
Por: Héctor Farina Ojeda