Negocios

Economías que se frenan

Luego de las recuperaciones inconclusas tras la pandemia de covid 19, una de las grandes preocupaciones es el freno de las economías. En Europa, en Estados Unidos y muy especialmente en América Latina, la disminución del ritmo de las actividades económicas enciende las alarmas por los efectos negativos que esto representa en la generación de empleos, la recuperación de ingresos y las posibilidades de invertir, emprender y proyectar. Cuando las economías se frenan, cuando no crecen lo suficiente y cuando no tienen un dinamismo importante, el impacto social es el que más debe preocuparnos.

Las proyecciones para los países latinoamericanos en 2024 no son las mejores: 1.8 de crecimiento promedio, de acuerdo a los pronósticos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Y en el caso de México la situación es similar, ya que se espera un repunte de entre uno y dos por ciento en 2024, en tanto para 2025 la cifra no varía mucho. Y aunque se trata de pronósticos, de cálculos a futuro, la certeza está en que los motores económicos se han ido enfriando lentamente desde el efecto rebote que se dio en 2021 luego de la contracción de 2020.

Parece un déjà vú recurrente o una especie de eterno retorno nietzscheano o el mal de Sísifo aplicado a la economía: cada vez que el dinamismo económico disminuye aparecen las preguntas sobre cómo reactivar los motores, como incentivar el crecimiento y cómo recuperar la senda de repuntes que hace décadas perdimos. Pero estas preocupaciones se olvidan cuando hay alguna bonanza coyuntural, cuando los precios de las materias primas nos favorecen, cuando el petróleo cotiza por las nubes o cuando China aumenta sus importaciones y esto salpica a nuestras dependientes economías latinoamericanas.

En países europeos o asiáticos una de las estrategias es aumentar la inversión en obras públicas para generar empleos, ingresos y dinamismo interno para evitar o enfrentar recesiones. Pero en la región latinoamericana esta fórmula no suele ser igual de efectiva porque la administración de recursos no es la mejor y la corrupción encarece las operaciones al tiempo de echar a perder proyectos y programas. De este lado necesitamos mucho más que algunos programas o eventuales inversiones.

Por un lado, la cuestión educativa –en la que hace invertir mucho para superar los problemas de rezago, de bajo nivel en matemáticas, lectura y ciencias–, es una urgencia desatendida. Y esto genera un freno importante cada vez que se busca innovar, mejorar la productividad, la competitividad o tratar de correr hacia la economía del conocimiento. Lo mismo pasa en el caso de la ciencia y la tecnología: invertimos apenas 0.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que países como Israel y Corea del Sur superan el 4 por ciento del PIB.

La cuestión de fondo no es que las economías se frenen momentáneamente sino que tenemos un gran rezago educativo y social que requiere atención urgente. El impulso de la economía está en la gente, en su conocimiento, en lo que sabe hacer. Ahí hay que invertir.


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Héctor Farina Ojeda
  • Héctor Farina Ojeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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