Fue una larga espera. Después de 58 años por fin tenemos un modelo pedagógico que pone al niño como el centro de la enseñanza y hace énfasis en "aprender a aprender", en lugar de la acumulación de datos y las evaluaciones. Que los niños sean libres, creativos y felices son los objetivos del nuevo modelo educativo que presentó el Gobierno Federal.
Desde luego que caben los cuestionamientos, sobre todo en torno a los "cómos", así como la medición de resultados, y el tiempo que llevará el cambio de paradigma. Pero el sistema que se pretende instaurar no es nada nuevo (desde principios del siglo XX ya había sistemas constructivistas como el Montessori), así es que ya hay muchas experiencias en este ámbito que pueden servir como guía para su implementación más rápida y efectiva.
Ojalá todo esto también permee hacia aquellos políticos que piensan que aumentar el número de días y horas de escuela es una buena manera de solucionar los problemas de educación. Una de las claves de que Finlandia se convirtiera en el país con mayor nivel educativo del mundo, por ejemplo, fue eliminar casi por completo las tareas y reducir los horarios y los días de clases. Los niños deben tener tiempo para jugar, para descubrir el mundo y para explotar su propia curiosidad. Ojalá que la implementación de este nuevo modelo tome en cuenta eso en la práctica, y que permita el desarrollo de la creatividad y del espíritu emprendedor en las nuevas generaciones de nuestro país. Por lo pronto, bien por gobierno y sociedad en este esfuerzo.
APUNTE SPIRITUALIS. Por mucho tiempo los modelos constructivistas de educación eran mal vistos: se pensaba que centrarse en el niño y sus necesidades sensoriales de exploración, iba en contra del aprendizaje de datos y competencias específicas. Pero poco a poco las nuevas pedagogías han dado la razón a personalidades como María Montessori: aquel niño que sea más libre y más feliz será mucho más capaz de desarrollar habilidades y competencias útiles para la sociedad.
