El primer debate presidencial concluyó y una vez más, la investigación cualitativa, la hermenéutica y el análisis de protocolos verbales visibilizan la recurrencia de algunas categorías psicológicas de los candidatos a la silla grande. Lamentablemente, las pseudociencias, apuestan al análisis de la personalidad mediante la grafología de las firmas o la exploración de los rasgos faciales y corporales. Sin embargo, no alcanzan a describir el núcleo de su personalidad y menos aún, advierten que la política y el gobierno, constituyen los escenarios propicios para la agudización de sus patologías personales.
Así pues, Ricardo Anaya, asume que fue el ganador “formal” y que su desempeño discursivo fue “ejemplar”, pero en realidad gran parte de sus datos fueron falsos y por ende, no le ha gustado que le enmienden la plana medios independientes. No es un buen polemista, sí un excelente mitómano, es un sujeto sádico-perverso que acompaña sus cantaletas propagandísticas con el histrionismo propio de una personalidad ególatra (Lara, 2018). Adicionalmente, sus reacciones denotan un sujeto pragmático, utilitarista y cuya “ética” personal se reduce a instrumentalizar. Es obsesivo, rígido y dominante, rasgos que confirma con su prolijidad, usando ese discurso aspiracional que capitaliza el miedo a no ser “exitosos” de las clases medias urbanas, ingenuas y ávidas de algo en qué creer. Perfil y campaña, muy similares a Macri, el presidente argentino venido a coach motivacional.
José Antonio Meade, representa la tecnocracia en su máximo esplendor. Indudablemente, su capacidad analítica, técnica y administrativa es amplia, pero carece del protagonismo psicopático del clásico político priista y creo que eso, es genial para su salud mental. En el PRI, la máxima ha sido “Patología llama más Patología”. Muestra una personalidad gris, una inexperiencia absoluta en terrenos etnográficos y de contacto ciudadano que compensa con un discurso predecible y a veces, hasta retórico. Es recomendable que, en sus próximos tuits y debates, recuerde usar las figuras retóricas y palabras clave: triangulación, Odebrecht, Estafa maestra, Sedesol y la más importante !gasolinazo!
Andrés Manuel López Obrador es un líder natural, es egocéntrico, impulsivo, tremendamente terco y narcisista. Es loable, observar la modulación de varios de sus rasgos “negativos” producto de la experiencia y del tiempo, aunque me siguen resultando preocupantes sus errores de juicio, su individualismo exacerbado en la toma de decisiones, su paranoia y el abuso de la confabulación y la mitificación del “Innombrable”. Ojalá, comprenda que él solo representa una parte de un proyecto nacional de reducción del daño y posteriormente, de reconciliación, por lo que debe permanecer sereno y seguir hablándole a la nación.
Margarita Zavala y Jaime Rodríguez son un mismo jinete. De ambos, no tenía expectativa alguna y aun así, lograron decepcionarme. Zavala; intolerante, perdida y desencajada. El Bronco Talibán desbordado, tanto que al Estado Islámico, le encantó el perfil de esta burra que pregona: ¡Allauh Akbar!
@HectorCerezoH