Cultura

La barbarie en casa

  • Psi y que
  • La barbarie en casa
  • Héctor Cerezo Huerta

Hasta hace algunos años, la Ciudad de Puebla constituía un “oasis” para aquellos estudiantes de todo el país, quienes decidían dejar su lugar de origen por los desbordados índices de inseguridad y violencia que se vivían en sus estados y elegían la capital poblana para cursar una carrera universitaria y de paso, proteger su integridad. Sin embargo, Puebla ha terminado por convertirse, en un desierto de violencia, delincuencia desbordada, impunidad, corrupción y algunas de sus universidades en escenarios de suicidios, feminicidios, secuestros y trágicas complicidades protagonizadas por supuestos amigos, que a la postre se convirtieron en crueles verdugos de otros estudiantes. Según datos de la Secretaría de Educación Pública Federal (SEP) y del Sistema Nacional de Información de Estadística Educativa (2016-2017), Puebla es el estado con más universidades en la República Mexicana, al registrar 486 instituciones, de las cuales 388 son de tipo particular. Paradójicamente, su índice de abandono escolar es de los 10 más altos del país. Una cuestión es lograr una alta concentración de estudiantes e instituciones educativas, y otra muy diferente, constituirse como una ciudad universitaria o educadora.

Las universidades representan en cierto sentido, un espejo, un verdadero microcosmos sociocultural. Está claro que el problema es estructural: gobiernos fallidos e incompetentes que permitieron el avance de la delincuencia común y organizada, pero las universidades tienen su cuota de responsabilidad, pues no todas consideran los problemas de violencia, injusticia, acoso, discriminación, criminalidad e inequidad en sus agendas y protocolos de actuación internos. Tampoco contemplan como requisito indispensable, la existencia de espacios estratégicos y exclusivos para la tutoría, la salud mental y el acompañamiento psicopedagógico. Se limitan a la adoración meritocrática, a “coachear” a los estudiantes, a mantener inútiles líderes autocráticos, a explotar a sus colaboradores con salarios indignos, a formar tecnócratas y obsesionarse con el credencialismo y las certificaciones insulsas. Por ello, les resulta tan difícil explicar las motivaciones del delincuente en los espacios universitarios.

Así pues, la mayoría de los crímenes son cometidos por conocidos de la víctima, quienes saben ganarse su confianza y empatía. Suelen arrastrar antecedentes sociopáticos desde su niñez y adolescencia (robos, violencia, uso y portación de armas, consumo de alcohol y venta de drogas). Su dinámica familiar puede ser profundamente disfuncional o laxa en cuanto al manejo de límites y por ello, su incompetencia absoluta para interiorizar normas y no temer al castigo “ridículo y lleno de incertidumbre, gracias al falaz sistema de justicia penal-. Estos criminales cometen delitos no solo para ganar dinero fácil, lo hacen para reafirmar su “poder” sobre las víctimas, por envidia, ira, venganza, excitación o necesidad de satisfacer fantasías perversas. Ojalá podamos volver a la genuina Universidad, a esa casa segura con muchas habitaciones, cuya esencia es la verdad, virtud inextinguible y razón eterna.

Twitter: @HectorCerezoH
Correo: [email protected]

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.