Política

Y las calles se llenaron de ciudadanía

Las concentraciones y marchas en favor de preservar la esencia autónoma y ciudadana del INE y en contra de la iniciativa de reforma electoral presidencial, es un parteaguas en el devenir en el periodo de gobierno de AMLO. El clima de polarización generado desde palacio nacional y la retahila de insultos y desacreditaciones a los que disienten de su reforma (tan inapropiadas para un jefe de Estado), acabo por anular las inercias en contra de la acción colectiva que suelen predominar sobre el activismo ciudadano y las calles se llenaron de ciudadanía.

Durante los últimos años las movilizaciones corporativas, clientelares u oficialistas habían resultado más nutridas y contundentes que las movilizaciones propiamente ciudadanas.

Sabiendo de lo arriesgado que era convocar a marchas (que en días de asueto implican un sacrificio que pocos ciudadanos asumen), los organizadores convocaron solo a concentraciones y manifestaciones. Yo en lo particular asistí con la convicción de que era un deber ciudadano y sospechando que muchos estarían a favor de defender al INE en abstracto, pero muy pocos acudirían a las manifestaciones en concreto. Me sorprendí de ver pletórico el espacio y vi los rostros orgullosos, emocionados y hasta conmovidos de quienes se sintieron parte de un gran movimiento. Cuando los organizadores sugirieron, de improviso, que se marchará hasta el monumento a los Niños Héroes pensé que era mala idea, que la multitud, sintiendo que había cumplido con la manifestación se disolvería, marché por un deber con la causa ciudadana y me sorprendí al ver que el torrente humano avanzó con pocas bajas hasta la meta en medio de la catarsis ciudadana: los cantos y consignas espontáneas de los asistentes cundían en eco solidario.

Tanto va el cántaro al agua hasta que… el presidente ya encontró el tema que puede galvanizar a los opositores a su gobierno. El pasado domingo la ciudadanía palpó que puede ser mayoría y puede hacer valer sus ideales. Los gobernadores afines al presidente pretenden organizar una marcha en su favor, pero la vara estará muy alta. El fracaso de la reforma electoral puede ser una infusión de ánimo para los ciudadanos no coptados por el régimen y sus dádivas (me dio mucho gusto ver a adultos mayores en las marchas, como que saben lo que ha costado las institutiones electorales creíbles).

El presidente ha tomado una mala decisión al desestimar la movilización ciudadana que él mismo desencadenó. No hay nada que escale más la animosidad que descalificar o “ningunear” la postura o los empeños ajenos. El decir que marcharon “algunos miles”, 12 mil o incluso como el presidente, decir que solo fueron 50 o 60 mil es una falsedad incluso para los estándares de la 4T. A pesar de que la mentira impune parece instalada en nuestra vida pública el tamaño de esta falsedad parece agotar las últimas reservas de credebilidad del régimen, aún para sus más ciegos seguidores.

La ciudadanía palpó por sí misma la magnitud de sus consensos y su capacidad de movilización. Si la clase política está a la altura puede surgir un consenso opositor que pueda triunfar en las próximas elecciones federales. Fue un gran paso, el polarizador mayor puede ser víctima de su éxito.

Guillermo Zepeda Lecuona


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