Ver a la distancia una tragedia en ocasiones se vuelve tan rutinario que ya ni atención le ponemos, medio observamos por ejemplo, que la guerra en Siria ha traído destrucción, injusticias y muertes a lo largo de nueve años y nos conformamos en pensar que ellos están tan lejos y con una simple encogida de hombros suspiramos traduciéndolo a “pobrecitos”. Pero lo mismo pasa cuando nos enteramos de tsunamis, terremotos, ciclones, actos terroristas, guerras, accidentes aéreos, descarrilamiento de trenes, violaciones a derechos humanos, entre otros desastres. Sin duda nos hemos vuelto fríos e indiferentes ante estas tragedias de la humanidad y con frivolidad decimos: “Si no me sucede a mí o a un ser querido, la tragedia no es tan severa”.
En nuestro país hemos sido ejemplo mundial de la solidaridad ante las tragedias como el Terremoto en la Ciudad de México en 1985 o el de 2017 que afectó comunidades de Chiapas, Oaxaca, Tabasco y la propia capital de la nación y más cerca nosotros las inundaciones de comunidades ubicadas en la región norte de Veracruz o en las zonas bajas de la conurbación del sur de Tamaulipas.
Hoy la tragedia mundial que a principios de año veíamos distante, ya sea en China, Italia o España está muy cerca de cada uno de nosotros, al principio de la pandemia mirábamos un caso en Culiacán y uno que otro en ciudades como México o Tijuana y después ya en ciudades de Tamaulipas, sin embargo, nos resistíamos a aceptar la realidad y decíamos no conocer a nadie que se hubiera enfermado de Coronavirus, pero de pronto supimos que el papá de un amigo había muerto de covid 19, o el suegro de un hermano, o el vecino de la colonia y el abuelo, y la tía, y la hermana y fue precisamente ahí, en ese tiempo, cuando nos dimos cuenta que los hechos lejanos se vuelven cercanos y es tiempo de la concientización para aprender que vivimos englobados en una hermandad que nos debe de llevar a razonar que los hechos del mundo y sus desgracias no están tan lejos. Empecemos a ayudar a los locales, hay familias enteras que viven momentos difíciles, que tienen hambre, que padecen de la carencia de un trabajo y que al salir a buscar el sustento, muchos de ellos están enfermando y no solo echemos culpas de que la gente no se cuida y por eso se contagian.
La tragedia está en Siria, pero también en tu ciudad y levantar los hombros y decir pobrecitos no es consuelo ni muestra de solidaridad.