La foto reproducida en numerosas primeras planas muestra a los negociadores mexicanos del TLC en el histórico Despacho Oval de la Casa Blanca, brindando a Trump una amplia sonrisa, quizá demasiado aquiescente, al estrechar la mano del hombre políticamente más poderoso (y peligroso) de la Tierra, ofensor de México, quien por cierto casi no sonríe en ninguna de sus apariciones públicas.
Estas gestualidades mexicanas, cortesías diplomáticas aparte, que los hacen lucir afables en exceso no se corresponden con los logros obtenidos por México luego de meses de intensas negociaciones. Tanto ellos como el representante de AMLO, Jesús Seade, y el propio AMLO, por no hablar de EPN, se han mostrado de un ánimo celebratorio jubiloso. El propio “Enrique” Peña Nieto invitó a Trump a brindar con tequila en alguna próxima ocasión por la conclusión de la renegociación del TLC (quizá ignorante que el presidente norteamericano es abstemio y que sin Canadá no hay celebración posible).
Parece que anticipan vísperas. Apenas un día después Trump volvió a la carga y recalcó que México de todas maneras pagará el muro fronterizo. Y hay más de fondo: el acuerdo por su carácter bilateral no pasará las Cámaras estadunidenses. El Congreso le dio a Trump autoridad para negociar un tratado trilateral y el que concluyen es bilateral. Falta Canadá, a quien al parecer México estuvo de acuerdo que Trump lo hiciera a un lado. Lo negociado ahora debe ser avalado por los canadienses o no habrá nuevo convenio. A sabiendas que el proceso aún no termina, Canadá fue marginada y apenas ahora México se acuerda de ella. Hay otras instancias en las que las negociaciones todavía se pueden descarrilar, pues las fechas legales son inminentes. De entrada el nuevo acuerdo lleva ya degradado el nombre, de Tratado a solamente Acuerdo Comercial México-EU. Será difícil que pase así en el Congreso norteamericano, concedido que lo que suceda en el mexicano, si está antes del fin de la administración peñista, no tendrá problemas.
Si bien algo es mejor que nada, no necesariamente significa que sea bueno. Numerosos analistas ya mencionan que en el acuerdo se vulneran intereses nacionales en varios apartados. Se volvió a redactar varias veces un capítulo energético pero no se sabe, bien a bien, si como dijo AMLO hay motivos para estar seguros que la soberanía en el rubro se defendió y se mantuvo.
Aunque el solo hecho de haber llegado hasta aquí y sobrevivido a los innumerables y vitriólicos ataques de Trump ya comporta cierto mérito, es innegable que, asumiendo una conclusión moderadamente exitosa, habrá que valorar a fondo en qué se cedió frente a las exigencias de los norteamericanos en el evento más riesgoso que haya vivido México en las últimas décadas: el inopinado jaque del máximo representante de Estados Unidos a la economía mexicana.
El calado de la labor del equipo negociador mexicano desafortunadamente no será revisable inmediatamente, merced al acuerdo de confidencialidad que suscribieron las partes negociadoras. Esto ha inhibido permanentemente el escrutinio social de lo discutido y lo concedido, salvo en grandes rubros. Por más que se hable de cuartos de junto, un eufemismo para nombrar equipos de sectores empresariales atentos a todo lo que les pudiera afectar, como si no hubiera más grupos sociales interesados o como si la negociación del TLC fuera asunto solamente de unos pocos y no del país entero.
Hay muchos episodios y letra chiquita que resta por contarse y saberse. Por ejemplo: ¿fue nota volada del columnista Raymundo Rivapalacio aquel descolón que hace unos días narró que habría sufrido el representante de AMLO, Jesús Seade, cuando de última hora voló a Washington para plantearles, via Lightzinger, una iniciativa de Romo pero avalada por AMLO en el sentido que México proponía retirar el capítulo energético en su totalidad, a lo que le habrían contestado: “Don’t fuck with me”, en el estilo majadero de la administración Trump? O bien, ¿tiene visos de realidad la versión y por eso AMLO habla de haber preservado la soberanía energética? Pero entonces, ¿dónde queda la ruda advertencia que incluía la negativa de presentar la propuesta a Trump y cómo la evitaron? O bien, ¿se está ante un caso típico de fake news?
Más allá de la picaresca sobre lo que algunas columnas periodísticas revelan (emisores, mensajeros, destinatarios), por el bien de la Nación hace falta abrir al escrutinio social lo que los negociadores mexicanos concedieron y qué tanto afectaron en esa lid, intereses nacionales.
¿Un degradado TLC?
- Entre pares
-
-
Guillermo Colín
Ciudad de México /