Al tiempo que el país se adentra cada vez más en la negra noche de su devenir pandémico y consecuencialmente económico, casi sin guías o parámetros reconocibles (o bien ya rebasados), en el éter cibernético resuenan pronósticos funestos.
Por citar dos: el precipicio que se abre a la economía y sus vulnerabilidades catastróficas; así como el tsunami escolar que puede arrasar con el sistema educativo cuando dentro de un par de meses en las secuelas del covid-19, numerosos padres de familia no puedan pagar colegiaturas en escuelas privadas e intenten entonces matricular a sus hijos en escuelas públicas con sus cupos abarrotados y excedidos.
En China, donde no prevén regreso a clases antes de seis meses, hay padres que esperarán hasta julio del 2021 para que sus hijos regresen a estudiar. En México se implantó de manera emergente la escolaridad a distancia vía internet, dejando fuera a millones sin acceso a la red y al resto con pocas bases pedagógicas en plataformas virtuales. Para continuar el modelo, presuntamente el 100% de los alumnos aprobó ciclo lectivo al margen de sus resultados reales. Los directores habrían manipulado las calificaciones una vez que fueron subidas a la red por los mentores.
En el rumbo económico hay estimaciones que parecen emitidas desde el ocio o la profecía: “si hay rebrote” –dicen–, la caída del PIB podría ser de hasta 10% como lo enuncia casi cualquier entidad a la que se le pregunte al azar y no hay quién contraste su dicho (¿de dónde obtienen esos seudoanalistas la posibilidad de un rebrote y cómo lo cuantifican?). El vocero oficial López-Gatell, en su sector salud, poco tiene que decir que ayude a aminorar los pronósticos a la baja.
A partir de ahí parte de los encabezados se vuelven bíblicos y retroalimentan a su vez el pesimismo de los agentes económicos, quienes con bases endebles de información toman medrosas decisiones. El gobierno lopezobradorista contribuye y acumula un déficit en comunicación social que en las crisis contrarreste la imagen mal elaborada que en ocasiones proyecta, y también la que sus adversarios le tergiversan, prestándoles más atención de la que merecen. Infla y sobredimensiona lo que antes ni siquiera era perceptible (caso a la vista: hacer interlocutor presidencial a un ínfimo, agresivo y vulgar comediante).
En el fondo, en la 4T hay una narrativa colapsada del covid-19 porque tiene vicios de origen en políticas y estrategias formuladas al vuelo en el ataque a la pandemia.
Primero, pese a experiencias acumuladas, no intentaron conocer al virus (tarea asignable de seguridad nacional a cónclaves de ciencia médica e investigación). Segundo: tomaron sin suspicacia política datos suministrados por China u otros gobiernos extranjeros. Tercero: se subordinaron de manera acrítica a dictados de la OMS, sin considerar rejuegos geopolíticos en ella, e incluso protagonizados por ella misma como factor internacional de poder (que ya antes ha sido severamente cuestionada y hasta demandada), así como ignorar criminales pretensiones eugenésicas vía el covid-19 (Bill Gates, Soros et al). Cuarto y más importante: ignoraron evidencias de proseguir una terapia equivocada y aferrase a ella. Ahora se espera hasta que muera el último que deba morir.
Pudo derivarse una ruta más atingente, menos destructiva y menos pasiva en razones clave: la mayoría no tendrá el virus; no desplegará síntomas; aquellos que lo desplieguen lo harán de forma moderada; la población con síntomas severos nunca estará grave; y la mayoría que enferme gravemente sobrevivirá (The Guardian, 05/20/2020). Cabe citar que en el escándalo opositor de las cifras, hasta antier había fallecido en México el .00015% de la población y no necesariamente por causa de covid-19 directa, además de los cadáveres con comorbilidad cuyo certificado de defunción se manipuló mediante un pago para ser declarado covid-19.
Creyendo que las cámaras se habían apagado luego de una entrevista, el doctor Myasnikov, director ruso de información sobre el coronavirus, el 26 de mayo dijo: “Es toda una mentira, es todo tan exagerado. Es una enfermedad respiratoria aguda con mínima mortalidad. ¿Por qué el mundo entero ha sido destruido? Eso no lo sé”.
La Autoridad en Salud de Dinamarca discrepó de su gobierno respecto a que el covid-19 no puede ser descrito como una enfermedad infecciosa, ya que no tiene un curso usualmente serio o una tasa de mortalidad alta. En castigo, el parlamento danés aprobó una ley en la que rebajó el poder de la Autoridad en Salud de ese país.
Como un análisis especial, el departamento alemán del Interior denunció que el propio estado había producido fake news y sobrestimó la peligrosidad del nuevo virus, “el cual nunca pasó del nivel normal”.
En México, análisis similares están a años luz por indolencia e ignorancia de la clase política que, puesta contra la pared, ni enterada está por su propio bien, de diversas alternativas de alivio a su alcance.