El 75 aniversario del ITESM acontece ambiguo. Por un lado, el modelo educativo que preconiza ha logrado formar cuadros empresariales de élite en la institución educativa privada más costosa de México. Por otra parte, el carácter tecnocrático y abiertamente clasista de la educación que imparte, nubla en sus egresados visiones incluyentes del país. Cuadros que en su gran mayoría responden a la ideología empresarial de lucro, a menudo rebautizada con el neologismo: “emprendedurismo”, cuyo resultado final, según se lee en un diccionario empresarial, es “la creación de una empresa, formada en incertidumbre y bajo ciertas condiciones de riesgo inherente”.
El ITESM esencialmente y de acuerdo a lo anterior es una escuela tecnológica surgida por y para la formación de empresarios. Labor mantenida incólume desde su fundación, surgida del capitán de empresas, Eugenio Garza Sada.
Es hito histórico que en repudio de la política educativa que alentó el presidente Cárdenas en su momento, principalmente a través del IPN, Garza Sada se dio a la tarea desde el otro extremo ideológico de fundar el ITESM en abierta oposición a la que veía como una “educación pública socialista”.
Esta ideología ha permeado hasta sus docentes que deben profesarla con un carácter casi obligatorio. Hace poco un notable y muy reconocido académico, hijo de un afamado y ya fallecido cronista de la ciudad, se dice que debió abandonar el ITESM por haber tenido la osadía de hablar bien del partido Morena en un evento de la institución.
El ITESM se vocea con barniz universitario, pero no permite la libertad intramuros, ya no se diga de cátedra, sino de pensamiento, como lo demuestra este episodio. No deja de ser una paradoja que la institución que pudo festejarse con señeros eventos académicos y foros a lo grande, acabe celebrándose con cafecitos y eventos deportivos (a los que solo faltó anunciar como en evento ñoño de primaria, la participación de algún coro infantil).
Más allá de la efectividad que hayan tenido las generaciones formadas bajo este modelo de franco repudio, el resultado es adverso, debido principalmente al clasismo que imbuyen a sus egresados. El diario Vanguardia de Saltillo hace unos días cabeceó su edición así: “Mientras el Tec celebra aniversario con frappuccino, la UNAM marcha contra la violencia: -¡Uy! Perdón por no ser una escuela de tercer mundo como ustedes UNAM, responde una alumna (con franca desmemoria y confusión)”.
Desde internet un unamita acotó: “El Tec celebra con una edición especial de Starbucks y la UNAM en paro para frenar la violencia. Claro ejemplo de las diferentes realidades y prioridades de los y las estudiantes del país”, publicaron en la cuenta Yo Soy Orgullosamente UNAM.
“¡Wey! –terció de nuevo la alumna que se sintió aludida–, en una escuela privada se supone qué (ortografía original) hay gente educada y que si en algún momento llega a haber violencia en contra de la escuela (cosa que dudo por la seguridad del tec (sic), no responderemos con revueltas y más violencia Eso distingue a la gente de abajo y a la de arriba (…) el hecho de ir en el tec (sic) me hace de arriba”.
Esta visión clasista con nociones simplonas de lo que puede significar ir abajo o arriba en la vida, aunada a una crasa ignorancia de lo que son los movimientos sociales, la lleva a obviar el paro y la marcha de 30 mil estudiantes de la UNAM en protesta de antiviolencia, como una “revuelta violenta”, cosa que jamás sucedió.
La desinformación en un grueso sector de la matrícula del ITESM es tal que ya olvidó lo que en días recientes el afamado documental Armados hasta los dientes recordó al público cineasta: la ejecución a manos del Ejército de dos estudiantes de excelencia del ITESM. Los mismos que por varios días la Rectoría del ITESM al unísono con la Sedena sostuvo que eran sicarios que estaban “armados hasta los dientes”, cuando desde el principio estuvieron ciertos de la trágica realidad. La que quisieron lavar a manguerazos de mentiras (véase en el documental las versiones de los rectores Bustani y Sostmann), mientras los vigilantes hacían lo mismo, pero sobre los cuajarones de sangre que quedaron en el piso de la caseta de vigilancia a la entrada.
Tec: entre la celebración y la vergüenza
- Entre pares
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Guillermo Colín
Ciudad de México /