La mar de emotivo un concierto de muchas de nuestras mejores voces artísticas en la Plaza de la Constitución fue a beneficio de los damnificados del 19-S y mostró la riqueza de la nación que somos. Un oaxaqueño de nueve años, con gallardía entonó el Himno Nacional, y tocó fibras sensibles de patriotismo en los más de 170 mil concurrentes y en cientos de miles más que lo siguieron por internet. Lo organizaron con una paráfrasis afortunada del nombre oficial del país (“Estamos Unidos Mexicanos”). Pero: ¿qué tan unidos estamos en realidad los mexicanos? Por lo menos en el norte, la duda cabe.
Como fue publicado y aquí se analizó, el mismo día del terremoto, Manuel Serrano, un escolta de seguridad pública de Nuevo León, volcó un vitriólico discurso de odio en su ‘facebook’: “Jajajaja qué pasó chilangos pedorros!!! No que muy vergas… Jajajaja, qué bueno que les pasó eso mugrosos de mierda!!! Eso y más se merecen putos changos mierderos ja es lo bueno de ser de Monterrey putos, aquí la pura vida jajaja. Mantenemos al país mugrosos de mierda”. Serrano se dijo hackeado y el gobernador Rodríguez dispuso una investigación de la que nada se supo. A otros mensajes similares en la red algunos recordaron el razonamiento del fumigador: por cada cucaracha visible se esconden miles.
Poco después también en Monterrey, el colega, sacerdote jesuita y académico, Francisco Gómez Hinojosa, relacionado pastoralmente con el medio social sampetrino, en la coyuntura que vive Cataluña y quizá entre broma y veras preguntó en su columna: “¿Y si nosotros también nos separamos?” (Notivox 6/10/17). Dio el contexto de una tertulia con residentes de San Pedro, quienes al parecer “aunque Trump nos ofenda y hayamos forjado nuestro patrimonio con recursos aztecas, seguimos prefiriendo al Tío Sam y nos sentimos más cercanos a Nueva York que a Juchitán (…) preferimos que nuestros hijos hablen inglés a algún dialecto indígena”.
Sumisiones indignantes, preferencias exóticas y dicotomías fantásticas aparte, (¿en qué circunstancia se opone preferir a Nueva York sobre Juchitán, o hablar inglés a dominar un dialecto indígena? O ¿son solo prejuicios enunciados para dar sabor a una disquisición?), los contertulios del ‘Padre Paco’ sin abogar en rigor alguna pertinencia real para “separarse de México”, (¿anticipan una renuncia a su nacionalidad por gusto o por moda?), abrevan de los lugares comunes del más rancio vidaurrismo revivificado, entre los que destaca el muy socorrido sofisma de que: “los regiomontanos mantenemos al país”, argumento que no por manido es realidad.
En cifras del 2014 el vilipendiado DF (ahora CdMx) aportaba el 16.6% al PIB nacional. El Estado de México 9.3% y apenas en tercer lugar Nuevo León lo hacía con un 7.5%. Y en 2016 (según el IMCO al que pertenece Eugenio Clariond), en crecimiento Nuevo León se ubicaba en un quinto lugar abajo de Querétaro, Aguascalientes, Guanajuato, y hasta de Quintana Roo. Y en estados que más exportan, Coahuila, Aguascalientes y Querétaro lo hacen por arriba de Nuevo León.
Así, el sambenito –más ideología que cifras duras– miente: Nuevo León no mantiene al país y otros estados aportan y crecen más que la ciertamente industrial tierra norteña. Pero ello no obsta para que desde 2013 una página web promueva la separación de los estados del norte para formar una “aridoamérica” (sic), República de México del Norte (sic). Sus seguidores representan por ahora el 0.19% de la población norteña, pero nunca se sabe cuando estas cosas prendan en yesca. En la Constitución los estados son libres y soberanos “en todo lo concerniente a su régimen interior pero unidos en una Federación”, es decir no es figura optativa mientras todo el país (no solo una parte de él) no cambie esta forma de gobernarse.
Ocuparse de esto no es trivial. La desunión nos ha hecho perder territorios y riquezas. En un enfoque geoestratégico Trump en la Casa Blanca es más que un enajenado a cargo; un nuevo orden mundial emerge promovido por fuerzas militares de EU, de las cuales un tercio votó por él y sus principales generales lo acompañan. Trump puede o no durar los años que sea. Los nuevos intereses empoderados bajo su presidencia no se irán fácilmente. La “deconstrucción” del establishment washingtoniano está en curso. Sin maniqueísmos, incluye dinamitar el TLC, separar a California y amurallar a México como parte de la ideología racista del supremacismo blanco.
Durante la campaña le preguntaron si nos haría la guerra para cobrar su muro fronterizo. “Una vez que modernice las fuerzas armadas, México no querrá jugar a la guerra con nosotros”, respondió. Seguro le encantaría una “aridoamérica” de ‘wannabes’ en la frontera y no es un chiste.