Durante años organicé junto con un grupo amplio de personas un festival. En un inicio, la idea del mismo era poder dar espacio a bandas emergentes para que conviviera en el mismo escenario que bandas consagradas. La idea parece sencilla pero es mucho más complicado que lo que se lee: los espacios para nuevos sonidos eran –son– difíciles de conseguir en Guadalajara y, de hecho, en todo el país, los organizadores de festivales intentan diferenciar sets y dejar los más grandes para los consagrados y las estaciones de radio dan nulo aire a nuevo talento a menos que paguen por sonar durante determinado tiempo en sus espacios (práctica que subsiste aunque nadie quiera hablar de ello so pena de perder el espacio).
El festival creció hasta convertirse en el más grande del país de manera gratuita. Gratuita, eso lo diferenciaba incluso en sus posibilidades económicas e ingresos. Además, al hacerlo en la calle, pusimos como condición (no el gobierno, nosotros) de no poner puestos de venta de alcohol para no convertir la avenida en un bar de un kilómetro.
Cientos de personas colaboraron en el mismo, algunos como voluntarios sin paga pero con la idea que podían ayudar a recuperar los espacios públicos ante el azote de inseguridad que vivía el Estado en esos días. En la polarización actual, se nos olvida que Jalisco ha vivido narcobloqueos, secuestros, bazucazos, ejecuciones y extorsiones que fueron el antecedente a la situación actual de inseguridad y desaparecidos.
Pese a su crecimiento y tamaño, dicho festival nunca tuvo la ganancia que se creía. Existe aún hoy día la creencia que el género indie, alternativo o como quieran llamarlo, no jala multitudes, no genera las ganancias que el pop, el regional o el reggaeton. La experiencia dice algo distinto pero hay aún quienes lo niegan pese a la evidencia.
Eso genera diferencias. Los periodistas de espectáculos son considerados de una forma distinta a aquellos que cubren estos géneros a los que se les cataloga como ‘periodistas especializados en música’, título nobiliario que es sinónimo de mala paga y una constante espada de Damocles en las redacciones. Estos, los que han visto la evolución desde los Beatles hasta Chappel Roan, serán los primeros en ser recortados cuando venga la próxima crisis del medio.
Por ello, muchos de ellos han optado por la independencia, por abrir sus medios digitales, por pedir hasta suplicar a organizadores que les den oportunidad de cubrir sus eventos y demostrar su talento, creatividad y entrega. Saben que sus plumas y lentes tienen mucho que contar, a veces de mejor forma que los connotados que les hacen el feo y piden situación de privilegio por encima de ellos no por su trayectoria, sino por sus conexiones. Muchos de ellos lo hacen por pasión o amor al arte, en una precarización que vive dicho periodismo como también muchos de los artistas emergentes que no pueden proseguir en la situación actual y, poco a poco, claudican.
El festival que organizaba se acabó cuando terminó el medio donde lo conceptualice. Sí, fue una pésima decisión, pero existen razones: hubo marcas que no entendieron que ahora no comprarían tiempo aire sino presencia en el desarrollo del festival. A eso, agreguen que las bandas –esas que emergieron y se consolidaron en el festival– no vieron necesario regresar: en el capitalismo que combaten en sus redes, vieron mejores opciones para continuar.
Los que sí siguieron fueron los festivales de paga, sitios donde se congregaba el talento internacional –que no baja su cuota por el hecho que el festejo se realice en México– y los precios altos que paguen ese talento.
No, los festivales no desaparecerán por la tragedia del Festival Ceremonia. Seguramente se harán más pequeños y las marcas buscarán dónde invertir y apostar por algo que no se convierta en una crisis constante para su recordación. Lo que debe de cambiar es el enfoque que le damos a este tipo de entretenimiento, el cuidado a quienes lo hacen, lo reportan, lo retratan y lo promueven.
Sin politizarlo, sin polarizarlo. A nadie le sirve que se convierta en botín de políticos que lo que menos les ha importado es ellos, los que pertenecen a una escena que está, aún hoy, en duelo y shock.