En el día de los inocentes, el periódico “Reforma” rompió una de sus tradiciones: dejó de publicar en su contraportada noticias falsas para, en su lugar, enumerar los absurdos de los últimos 12 meses que han emanado de acciones y declaraciones del gobierno y sus funcionarios.
No son pocas ni son exageración, una serie de despropósitos y evasiones que han llevado a una mayor cantidad de pobres, un estancamiento económico, un parón en el combate al crimen organizado, un desdén hacia la ciencia y al cuidado de la salud y una exaltación brutal a la personalidad presidencial.
El resultado es muy sencillo: pocos resultados y alta popularidad.
A eso, hay que agregar una prensa y una oposición con baja credibilidad y una nueva prensa croquetizada desde la oficina de comunicación social del gobierno federal. Obvio, esta nueva camada de críticos, analistas y periodistas tienen nula credibilidad pero replican la versión del gobierno hasta el cansancio, acompañados de un ejército de granjas y bots en las redes sociales, lo que ayuda a crear la percepción de cambio.
Percepción que está enormemente lejana a la realidad.
Esta prensa intenta minimizar los errores y maquillará la realidad con el más viejo truco del libro: crear nuevos distractores o villanos.
Les doy un botón de muestra: en enero 45 candidatos fueron amenazados de muerte en Jalisco por parte del crimen organizado. La incursión del narcotráfico en la elección del 2021 fue evidente, no solo en el estado sino en todo el país. Curiosamente, esos periodistas –algunos dedicados a la investigación del narco en México– no investigaron, no señalaron, no denunciaron esta situación.
Tampoco, por supuesto, cuestionan los evidentes casos de corrupción de allegados al presidente o la ineficiencia de funcionarios de gobierno que, con sus acciones o falta de ellas, ponen en riesgo la estabilidad de la población. Al contrario: aplauden y justifican sus decisiones o, peor aun, manipulan para intentar transformar la realidad con tal de arreglarla al modo del discurso.
No hay gobierno que se salve del cuestionamiento social. Todos han tenido, en estos tres años, tremendos errores y omisiones, pero también la oposición y la prensa.
La oposición no existe o se pelean de manera interna convirtiendo su lucha más en un reacomodo de intereses que en una vía de mejora social.
Pero, por último, estamos nosotros: los ciudadanos.
Acostumbrados a esperar más de los gobiernos, seguimos una rutina de crítica y espera cuando debemos ser más activos, mucho más que en lo digital.
Nos incomoda pagar impuestos, pero no participamos para exigir una mejor forma de ejercer el gasto.
Detestamos que nuestra infraestructura esté rota, pero contribuimos en su deterioro tirando basura y estacionándonos en lugares prohibidos.
Odiamos a los políticos y les exigimos, pero ni siquiera revisamos a cuál y de qué forma debemos exigir.
Nos distraemos fácilmente, olvidamos con mayor facilidad, normalizamos lo irregular y creemos que estamos politizados por reclamar al político en redes sociales cuando, en nuestra vida cotidiana, somos malos ciudadanos, apáticos, hipócritas.
Si no comenzamos a ser mucho más sinceros en nuestra doble moral, los políticos, la prensa, los empresarios, seguirán sacando raja de nosotros.
Como en “Don’t look up”, mientras sigamos viendo nuestro ombligo, el asteroide se acercará cada vez más a destruirnos.
Mientras nosotros celebramos nuestra extinción.
Regresemos el poder al ciudadano en 2022. Esa sí sería la transformación que espera el mundo.
Feliz año a todos ustedes.
Gonzalo Oliveros