Al parecer no fue suficiente con confiar en “la madurez” de la gente. Las incansables recomendaciones, las advertencias y las crecientes cifras de muertos y hospitalizados no surtieron efecto; y hoy de nueva cuenta estamos en semáforo rojo por lo menos hasta el 10 de enero, pero si la situación no mejora pudiera ser más tiempo. Y todos aquellos negocios, catalogados como “no esenciales” han tenido que cerrar sus puertas de nuevo, cuando apenas estaban comenzando a levantarse tras los meses de encierro. Y la pregunta que surge es: ¿por qué nos pasó esto? ¿Por necedad o por necesidad?
Porque por necesidad, es de entender que se salga a buscar el sustento pese al peligro de contagio. Pero por necedad, se salen a pasear a una plaza llena de otros tantos necios. Por necesidad, por su ética y compromiso hipocrático, los médicos se ponen en riesgo e incluso ponen en riesgo a sus propias familias para salvarnos la vida, quienes además ven con frustración que no paran de llegarles enfermos en etapas muy avanzadas de la enfermedad cuando es ya muy difícil sacarlos adelante. Y por necedad se asiste a fiestas, a brindis, a posadas; y seguramente en esta noche buena y en la noche vieja las reuniones familiares no pararán pese a las advertencias del terrible enero que se pronostica con los hospitales que ya no se dan abasto.
Por necesidad el personal de limpia recoge la basura, los policías velan por tu seguridad, la señorita de la farmacia te despacha y mis compañeros reporteros andan en la calle informándote lo que sucede. Pero decir “salud” golpeando tu vaso contra el de alguien, considerando que los bordes de nuestras copas están potencialmente contaminados, es una necedad. Ir a una fiesta con gente con la que no vivimos, platicando a alto volumen e incluso cantando, en un sitio que seguramente por el frio no estará bien ventilado, es otra necedad. Servirte del bufet tomando la misma cuchara que los otros comensales usaron para servirse, olvidar con la bebida y comida usar la mascarilla e incluso al calor de la charla ya no respetar la sana distancia. Compartir los baños, abrir puertas de uso común, ofrecerse a servirle un trago a alguien tomando su vaso:todo eso es necedad. Porque si tanto queremos a la abuela, a los tíos o a los primos, deberíamos tener la necesidad de procurar su salud.
Desafortunadamente en este caso, un solo necio puede contagiar a muchos que intentaban cuidarse y que por un mínimo descuido acabaron enfermos. Sólo espero que por esa tremenda necedad en enero no estemos con la necesidad de suplicar por una cama de hospital. O a ti ¿qué te dice el espejo?