Gil cerraba la semana magnetizado por la fatiga. Mientras intentaba despegarse del cansancio se estrelló con la revista digital Le Grand Continent y una conversación con Niall Ferguson, uno de los más respetados historiadores británicos de nuestro tiempo.Gamés arroja algunos subrayados de esta entrevista a esta página del fondo.
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La percepción del estado de la economía para los estadounidenses es alarmante y negativa. Las encuestas de opinión son similares a las de 2009, tras la mayor crisis financiera desde los años setenta o incluso los treinta. Esto supone un grave problema para los estrategas demócratas, que pretendían hacer campaña precisamente sobre los méritos de Bidenomics. Los sondeos actuales muestran que son superados ampliamente por los republicanos, sobre todo en el terreno económico, donde Donald Trump está mostrando una fuerza y una resistencia considerables.
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Los demócratas se encuentran pues en un callejón sin salida, sin solución aparente. Las limitaciones de tiempo no permitirán sustituir a Biden y, si él no pudiera hacerlo, la vicepresidenta Kamala Harris tomaría el relevo. En cuanto a la nominación republicana, Donald Trump se perfila como un formidable favorito –posiblemente el más fuerte desde que se introdujo el sistema moderno de primarias a principios de la década de 1970–. Es poco probable que se materialicen las especulaciones sobre alternativas como Nikki Haley, con una probabilidad de éxito de sólo alrededor del 10%.
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Por otro lado, cada acción legal contra Trump parece reforzar su apoyo entre los potenciales votantes republicanos. Esto me lleva a la preocupante conclusión de que existe una alta probabilidad —que yo estimo en torno al 60%— de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca, convirtiéndose en el primer presidente desde Grover Cleveland que cumple dos mandatos no consecutivos. Un potencial segundo mandato que, por supuesto, es probable que sea muy diferente al de Grover Cleveland.
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Muy poca gente, incluso en Estados Unidos, entiende realmente lo diferente que sería el segundo mandato de Trump. Muchos asumen que sería como lo que Trump hizo entre 2017 y 2020: una política caracterizada por una gobernanza caótica y una presencia controvertida en las redes sociales. Pero en este segundo mandato, no habría establishment republicano ni generales del Pentágono para atemperar sus acciones. Trump ha llegado a ver a la élite militar como un adversario y se espera que dote a su administración de figuras de think tanks como la Heritage Foundation y America First. A diferencia de 2017, cuando el enfoque era improvisado, ahora tiene un plan —más radical y mejor definido—.
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En política interior, Trump parece centrarse en purgar la burocracia federal de figuras disidentes, empezando por el Departamento de Justicia y bajando hasta los niveles más profundos de la administración. En política exterior, la dirección es menos predecible, pero podría implicar distanciarse de alianzas tradicionales como la OTAN, que él ve como una relación entre una América agraviada y una Europa aprovechada. Por no mencionar el hecho de que figuras clave del primer mandato, como H.R. McMaster y James Mattis, ya no estarán para ejercer su influencia moderadora.
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Este escenario potencial subraya la crisis más amplia en la que ha entrado «Occidente», un concepto cada vez más marginado en los círculos académicos progresistas. Las implicaciones de un segundo mandato de Trump serían profundas. Ofrecerían importantes oportunidades a rivales geopolíticos como China, Rusia e Irán. La crisis pondría a prueba la resistencia de las instituciones y alianzas occidentales.
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Incluso antes de que Donald Trump gane la nominación republicana, Ucrania ya se enfrenta a graves dificultades, como la escasez de municiones y la falta de apoyo financiero, mientras la Cámara de Representantes sigue mostrándose reacia a aprobar los fondos necesarios. Esta difícil situación no necesita la victoria de Trump para empeorar; los problemas ya están ahí.
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Por desgracia, me temo que sea cual sea el resultado de las elecciones del próximo noviembre, la otra parte no lo aceptará como legítimo. Las encuestas actuales, que muestran a Trump por delante en estados clave, sugieren una alta probabilidad de victoria. Si Trump es declarado vencedor la noche de las elecciones, creo que eso desencadenará protestas masivas, que podrían superar la intensidad de las que siguieron al asesinato de George Floyd.
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la charola que sostiene el Glenfiddich, Gamés pondrá a circular las frases de Hermann Hesse: “No hay que hacer a este cómico mundo el honor de tomarlo en serio”.
Gil s’en va