Gil confiesa que avanza en la lectura del libro del Presidente en el cual se despide del poder y hace un recuento de su larga trayectoria política. Gamés lo lee de a poco porque el impacto de una lectura seguida lo mandaría al hospital con convulsiones
Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil volvió a estrellarse otra vez con la nota periodística en la cual la candidata Sheinbaum repite que guardará el legado de Liópez, que no va a traicionar, ni a zigzaguear. Qué extraño que el zig-zag le preocupe tanto al Presidente y a la candidata. Los pone nerviosos esa línea que en su desarrollo forma ángulos alternativos entrantes y salientes y les parece un sinónimo de la traición. Ah, el lenguaje, qué difícil para Liópez y para Sheinbaum y para Delgado y para el licenciado Bartlett y para Brugada. Gil podría llenar esta página del fondo con nombres de personas para las cuales el lenguaje es un cuchillo de doble filo.
Por cierto, confirmado, definitivo: Sheinbaum le lleva a Gálvez una ventaja de 85 puntos y tal vez un poco más. Este es un clásico arroz con leche y su canela. Las casas encuestadoras así lo han revelado. Pero volvamos al legado: la candidata de Morena dijo que no nació en Tabasco pero que cuando gane será una presidenta tabasqueña: “Hoy vengo a Tabasco a decir que vamos a guardar el legado del presidente Andrés Manuel López Obrador, que no vamos a traicionar, ni zigzaguear, que vamos a defender el momento histórico que estamos viviendo”. Así lo leyó Gil en su periódico El Universal en una nota de Salvador Corona.
Halcones y golondrinas
Y hablando de legados. Gil confiesa que avanza en la lectura de ¡Gracias!, el libro del Presidente en el cual se despide del poder, mju, y hace un recuento de su larga trayectoria política. Gamés lo lee de a poco porque el impacto de una lectura seguida lo mandaría al hospital con convulsiones (co-co).
No hay un centímetro cuadrado del cuerpo de Liópez que no se haya curtido en batallas políticas históricas. ¡Qué bárbaro! Se pone la piel chinita, el Éxodo de la Democracia, la militancia en el PRI, todos venimos de algún lugar y nos marca para siempre, cavila emocionado Gil. Ahora mal sin bien, Liópez vive el éxito de su libro, sus seguidores saltan de alegría, la vida del Presidente va de apoteosis en apoteosis. ¿De qué trata este librote?: de la valentía, de la audacia, de la perfección humana, que sí existe y no empiecen con sus cosas conservadoras. La prosa de Pedro Miguel, perdón, del Presidente, es dura como el hierro forjado.
De pronto esas páginas contienen revelaciones como ésta: “(…) uno aprende que nada se puede decir por teléfono, ni entonces ni tampoco ahora. Nuestro gobierno se dedica a la inteligencia, pero no al espionaje, pero nuestros adversarios internos como externos siguen ‘orejeando’ como halconcitos o golondrinas en el alambre, como sucedió con el hackeo reciente de las famosas Guacamaya Leaks”.
No se lo tomen a mal a Gil, pero eso que aprendió el Presidente desde muy joven, no se lo enseñó a sus tres hijos mayores, ellos hablan mucho por teléfono y dicen cosas. Un grito ensordecedor hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: ¡Pegasus, vuelve, como estés como sea que a nadie le importa!
Descalabros
Un día de lucha combativa descalabraron a Liópez. Por fortuna no hubo secuelas, ¿o sí?: “Nunca he contado cómo recibí el toletazo: cuando se nos lanzaron, con los empujones se me estaba saliendo un zapato y me dije: ‘como líder, no puedo salir descalzo de esta refriega; todo, menos la humillación y el ridículo’, de modo que me agaché para acomodarme el zapato y en ese preciso momento un soldado me dio el golpe que me abrió la cabeza”. Ay, Dios bendito. Sangrando, pero eso sí, bien calzado. Eso es un líder, señoras y señores, con los zapatos bien puestos. El Presidente no cuenta si se amarró la agujeta o llevaba mocasines.
Nadie es más valiente que Liópez Obrador, nadie tiene más ganas de luchar, nadie se ha jugado, bueno, no la vida, no exageremos, pero sí sus zapatos, que no es poca cosa. Y la idea que el Presidente tiene de sí mismo es, la verdad, envidiable. Gil volverá a recoger en este espacio algunos episodios de este libro que debió llamarse en realidad así: Narcisismo y verdad.
Todo es muy raro, caracho, como diría Liópez de sí mismo: “Al Presidente, lo cuida el tribunal de la conciencia y un ángel de la guarda: el pueblo”.