El PRI actualmente es una entelequia, no se sabe qué es.
No son nacionalistas revolucionarios, tampoco neoliberales, dicen ser socialdemócratas en el discurso, pero en los hechos no.
Como partido no presentan agendas de gobierno o plataformas políticas que puedan dar a entender que son socialdemócratas.
De 1929 al 2000 la fortaleza del aparato político priista se basaba en su estrecha relación con las causas de las clases medias populares, el sector obrero y campesino.
Su ideario revolucionario se mantuvo vigente hasta el año 2000, cuando fueron derrotados por primera vez en una elección presidencial.
Posteriormente, durante la gestión de Beatriz Paredes como dirigente del PRI (2007-2011), se discutió ampliamente entre la militancia el viraje ideológico que el partido debía tomar.
Fue en la XX Asamblea Nacional Ordinaria cuando se modificaron los estatutos y el PRI se definió como un partido socialdemócrata contemporáneo.
Trece años después de aquella modificación estatutaria, recientemente en la XXIV Asamblea Nacional Ordinaria, el PRI se volvió a definir como socialdemócrata, pero sin especificar claramente qué políticas públicas o proyecto de nación promueven.
El pragmatismo electoral los llevó a aliarse con su otrora archienemigo, el PAN. El PRI ya no abandera causas populares, no tiene un ápice de nacionalista ni de revolucionario; su plataforma política ha sido cooptada por MORENA.
Las alianzas electorales se reconfigurarán en la contienda electoral del 2025.
En mi columna pasada mencioné que ilustres panistas calificaron su alianza con el PRI como un “error histórico”, cada vez son más las voces entre la militancia panista que están de acuerdo en que deben desligarse del PRI.
En caso de un resquebrajamiento con el PAN, el PRI tendría que hacer una fuerte introspección sobre hacia dónde quiere ir como partido político.
Difícilmente el tricolor puede ganar una elección por sí solo, necesita de otros partidos.
La única opción viable a corto plazo es una alianza con MORENA, lo cual no resultaría descabellado.
Alejandro Moreno Cárdenas, además de ser considerado el peor dirigente en la historia del PRI, ha demostrado que no tiene escrúpulos; hará todo lo posible para que su botín político, en este caso el PRI, siga existiendo y si para ello es necesario aliarse con MORENA, así lo hará; o bien podría hacer del PRI un partido que su único objetivo sea dividir el voto y venderse al mejor postor.
