El fanático con arrojo, sobre todo en política, es aquel osado que no sabe que no sabe; entre otras razones, porque ese vacío que le acomoda está ocupado por un espeso engrudo, por una densa y enredada masa de temáticas vulgares, de trivialidades, convicciones sin fundamento y otros materiales superados, en desuso.
Probablemente el hecho de que la seguridad de este tipo de personajes “no conservadores” llame la atención es que uno supone que estos “héroes” deberían experimentar algo parecido a la modestia, porque el problema de nuestros políticos fanáticos, no es que no se den cuenta de la cantidad de información y conocimientos que no tienen, sino porque atribuyen un valor equivocado tanto a lo que ignoran como a lo que creen saber.
No solo porque consideren que esto se encuentra al mismo nivel de lo que desconocen.
Frecuentemente estos personajes consideran que la persona culta, ilustrada, leída o refinada, es decir, lo que despectivamente llaman “Fifí”, es alguien que verdaderamente no está en el mundo, sino, en el mejor de los casos, en “su” mundo.
Mientras que para ellos lo efectivo desfila ante sus ojos como fastidioso, indiferente o ñoño, en el terreno de la cultura sin duda dirían: “escuchado una crítica,, escuchadas todas”, “leyendo un resumen, leído todo”, etcétera.
La equivocada valoración que realizan de cuanto desconocen, es porque lo prudente es mucho más rico de lo que gran parte de estos iletrados alcanzan a vislumbrar.
Pero para acceder a dicha riqueza se requieren determinadas herramientas y destrezas que son las que, precisamente, proporciona ese tesoro heredado que denominamos conocimiento.
No es cierto que la persona culta vea lo que no existe.
Lo cierto es exactamente lo contrario: la persona inculta, ignorante, no ve lo que existe y pasa por delante de sus ojos constantemente sin que sea capaz de percepción alguna.
En otras palabras, la persona culta no solo dispone de un mundo interior más rico, sino que sabe discernir.
El fanático con iniciativa, dije antes que no sabe que no sabe, lo que significa, que lo que de veras no sabe, es lo que pierde.
