La insistencia en querer cambiar a nuestros seres queridos, ha vuelto muy complicadas las relaciones. Condicionamos el amor. Solemos ir por la vida con un manual en donde se indica la forma específica en que, suponemos, los demás deben comportarse.
A veces argumentamos que” es por su bien”, que les decimos las cosas para que su vida mejore. Pero pasamos por alto que nuestros seres queridos no nos están pidiendo asesoría ni dirección. Si necesitaran un gurú, seguramente ya lo habrían buscado, y difícilmente seríamos nosotros los indicados.
Esa insistencia de querer transformarlos, implica básicamente un rechazo. Nos negamos a aceptar a la persona real que tenemos a un lado. Esa persona a la que visualizamos con las cualidades deseadas, según nosotros, no es nuestro ser querido.
Es otra persona que no existe. Quién está a nuestro lado, da lo que tiene para dar. Las habilidades emocionales que despliega, buenas o malas según nuestro juicio, son las únicas que tiene. Si tuviera otro tipo de habilidades emocionales ya las habría empleado.
No actúa como lo hace porque esté fingiendo ni porque está empeñado en amargarnos la vida. Solo es así. Es su peculiar manera de entender el mundo. Y podremos o no estar de acuerdo pero merece todo nuestro respeto.
¿La forma de ser del otro te lastima? No necesitas soportarlo. Tienes todo el derecho a limitar la cercanía e incluso cortar la relación si su conducta llegara a un extremo atropellante.
Pero ante todo necesitas aceptar que esa persona también tiene el derecho de poseer sus propias expectativas y de elegir su conducta. No existe la madre o la hermana ideal. Ni la pareja perfecta. Y es triste que la vida se nos va esperando a que la gente se convierta en la imagen que queremos de ellos. Eso nunca sucede.
Lo irónico, es que aprendemos a extrañarlos justo tal y cual eran, una vez que se han marchado de esta tierra. Y queremos darlo todo a cambio de un día más para volver a verlos. Rompe el ídolo. Deja de imponerle a las personas un traje que no les queda, y que además, nunca te pidieron. No vinieron al mundo a cumplir nuestras expectativas.
¿Es mucho pedirte que los ames tal y como son?
