Hace unos 51,000 años, las pinturas rupestres en las cavernas eran una forma preponderante de comunicación, ante los limitados recursos expresivos de nuestros ancestros de la edad de piedra.
Hoy nuestro lenguaje está retrocediendo hacia aquellos obsoletos canales de conexión.
Hemos dañado nuestra riqueza comunicativa, con espantosas abreviaturas y contracciones en la escritura y el intercambio de una letra por otra.
Encima usamos “emojis” en mensajes digitales con una frecuencia que llega al abuso de la simpleza.
Antes de que la inteligencia humana sufriera tanto menoscabo, en la adolescencia, por ejemplo, preparábamos un discurso y un cortejo de acercamiento hacia la persona que nos gustaba.
Los enamorados poco hábiles con la palabra hablada, recurrían a meticulosas cartas, bellamente adornadas, para transmitirle al ser amado su sentir.
Hoy muchos adolescentes afirman que alguien está enamorado de ellos, porque “reaccionó” con un “me encanta” en sus “historias de Instagram”.
Es un extravío el de los jóvenes, el usar una aplicación fotográfica para enamorarse a través de ella, empleando símbolos y muñequitos.
Ni siquiera son capaces de describir textualmente sus sentimientos.
La humanidad experimenta un franco retroceso en la capacidad de vinculación.
Darle a tus hijos aparatos telefónicos de 30,000 pesos para que los usen con un lenguaje que pertenece a la era de las cavernas, es una ironía de nuestro tiempo.
Muchos de los problemas en la pareja, son las dificultades de comprensión: el uso de conceptos y significados, profundos desacuerdos sobre el sentido de palabras como “respeto, fidelidad, lealtad, entrega, comprensión”, etc.
Los problemas humanos en las empresas agrupan prepotencia, individualismo, revanchismo, traslado de conflictos personales al entorno laboral y dificultades para trabajar en equipo.
Encima de todo, en el mundo existen más de 7,000 lenguas.
Las dificultades para ponernos de acuerdo entre nosotros podrían disminuir si nos miramos y escuchamos más, si exponemos de frente nuestras emociones.
Reduzcamos el uso de recursos paleolíticos. Nada mejor que decirnos verbalmente y mirando a los ojos un “me encantas”.