Un problema al momento de intentar medir el éxito o significado de la vida es compararnos con otros; intentar ajustar nuestras respuestas a parámetros ajenos es una garantía de frustración e impotencia.
Suponemos, y suponemos mal, que nuestras metas deben realizarse bajo ciertas edades o dentro de determinados promedios. Y nos sentimos en declive o rezagados si no sucede lo que esperamos en los plazos fijados, como los que a otros les llevó para que ocurrieran sus logros.
Ciertamente el compromiso y la disciplina personal son fundamentales en el logro de metas, pero existen variables que no están en nuestras manos para alcanzarlas. Fallar una y otra vez es parte de la construcción de un propósito, y las únicas personas que nunca han fracasado son aquellas que nunca intentaron nada.
Nadie sube hasta la cima de un risco sin haber tropezado; el camino es agreste y accidentado; no hay un tapete mullido y seguro hasta lo alto de la montaña. Forzosamente se tropieza.
Michael Jordan dice que la gente solo ve sus canastas exitosas sin preguntarse cuántos miles de tiros al aro fueron fallidos. Debió de fracasar miles de veces para ser el número uno del mundo. Caerte y romperte la cabeza no es algo de lo que estés exento si te interesa un camino de excelencia y que te haga trascender. El miedo a fracasar no debería ser enseñado a los niños y jóvenes como algo que debe ser evitado, porque eso es una expectativa no realista.
Un rompecabezas es armónico si está resuelto y conserva todas sus piezas… y cada una de ellas tiene matices distintos; unas luminosas, otras oscuras.
Y en ello radican los contrastes. Si quitásemos las piezas oscuras el rompecabezas estaría incompleto.
Así funciona también tu vida y tu historia; no puedes desear eliminar los momentos amargos y difíciles porque eso implicaría renunciar a la sabiduría derivada de ellos. Empezar de nuevo las veces que sea necesario, se llama aprendizaje. Empezar cosas y acabar en el piso no es un signo de fracaso; significa que estás vivo.
Si lo que anhelas es un día a día completamente plano y sin tropiezos, sin sobresaltos ni retos, sin pruebas ni contrariedades, eso solo ocurre en el cementerio. _