Es aceptar nuestra naturaleza. Comprender el pasado como algo que no podía ser de otra manera. Diste lo que pudiste dar. Justo como ocurrió, no podías haberlo hecho distinto.
No se trata de perdonarte sino de aceptarte. El tiempo que tuviste para dar, las palabras que no dijiste, las cosas que no hiciste, así está bien. Amar no es un concurso. No tenía por qué ser perfecto.
Tal vez te digas que pudiste haber dado más, que si hubieras insistido un poco, que si no hubieras sido tan egoísta... ¡Ya basta! Basta de exigirte absurdos.
La gente no puede disponer de lo que no tiene. No hay manera de inventarte habilidades. Ese abrazo que diste, esas palabras que pronunciaste, incluso aquello para lo que te faltó el valor, estuvo bien así.
Dítelo a ti mismo, que te perdonas, que ya no importa. No era necesario que abrazaras más fuerte. Hiciste lo que en ese momento tu corazón te dijo. Fue lo correcto.
¿Por qué te persigues? ¿Para qué el reproche? Que si no alcanzaste a hablar antes de que partiera... Que si fue demasiado tarde...
Entiende algo: tenemos derecho a enojarnos. Es válido sentirte indignado. Tú no tuviste la culpa de que muriera. Dios no usa la muerte como castigo. Deja de pensar locuras.
Llegar a creer que debiste presentir que moriría, es coquetear con la locura. No eres Dios. Ya basta. Has ido demasiado lejos con tus sentimientos de culpa.
La única persona que se sigue cobrando la cuenta eres tú. No existe una libreta con el récord de tus fallas. No hay una condena por haber tenido malos sentimientos.
Si te preocupa el karma, relájate. Con todo el tiempo que llevas castigándote por el pasado, ya debes tener saldo a favor.
¿Sabes? Equivocarse es un lujo. Somos la envidia de los ángeles. Es la ventaja de no ser tan perfectos.
Si estás leyendo esto, es porque ningún rayo te ha fulminado aún. Lo cual quiere decir que tus errores no deben ser tan graves. A los últimos ángeles que se les ocurrió la grandiosa idea de insubordinarse, acabaron desterrados y en espera del Gran Juicio.
Pero ni a ti ni a mí nos miden con esa vara. Lo cual ya nos da una ventaja. Créelo. Visto desde ese ángulo, conviene más no ser “perfectos”. ¿Y si te reconcilias contigo?