Cuando escucho a los detractores del Presidente López Obrador o a sesudos analistas y comentaristas de medios de comunicación, acusándolo de dividir al país, me pregunto:
¿Dónde vivían estos personajes, muchos de ellos miembros de la clase política o supuestos conocedores de la realidad nacional, antes de que iniciara el régimen actual? Históricamente han existido divisiones de distinto tipo en el país, por ejemplo, entre regiones, en cuanto a la atención otorgada por el poder federal.
Ello conlleva una concepción del papel del Estado como posibilitador de equilibrios, a partir de no tratar igual a los desiguales.
En los últimos treinta años, precisamente se profundizaron las desigualdades sociales, derivadas de un modelo económico que dividió al país en una mayoría totalmente desprotegida o con bajos ingresos, y una minoría que concentró la riqueza de una manera insultante para el pueblo.
¿Quién promovía esas divisiones y quienes callaban ante las consecuencias sociales, como las injusticias y la pobreza? ¿A quién quieren engañar esos que señalan al Presidente como impulsor de división? Ahora han planteado una división más: los mexicanos ignorantes, manipulables y no pensantes que, a su juicio, votamos por López Obrador y los pensantes, instruidos, “exitosos” y no manipulables que según ellos, o como ellos, no votaron por él.
De verdad esto es de un simplismo ramplón y los pinta de cuerpo entero.
Lo que importa ahora es desenmascarar a los poderosos embozados, que lanzan a sus alfiles a cuestionar las políticas del actual gobierno y, sobre todo, que buscan revertir las reformas que se han impulsado para acabar con los privilegios y la corrupción.
Eso es lo que está en el fondo del griterío y el pataleo de las élites y sus voceros: tendrán que pagar impuestos los que evadían; irán a la cárcel sin derecho a fianza los corruptos; se quedarán sin aportaciones millonarias, surgidas del erario público, los columnistas a sueldo de regímenes anteriores.
Y, por otra parte, se atenderá a los sectores más vulnerables, a las familias más desprotegidas y afectadas por el modelo económico que el Presidente tiene como meta erradicar.
El nuevo modelo que se plantea no excluye a los empresarios que se la han jugado con el país, ya que son necesarios. Lo que ya no cabe es la perversa relación del dinero y la política, donde los magnates dictaban al Presidente lo que tenía que hacer.
Ahora se gobierna para todos, buscando revertir las profundas desigualdades heredadas, aunque algunos lo duden.
Eso de ninguna manera es dividir el país, es concretar el cambio por el que votamos 30 millones de mexicanos.